Activistas enmascarados, del cómic a la calle
Superhéroes
De entre las obras del crítico y novelista Michael Chabon hay un texto especialmente afortunado en el que relata cómo él y un amigo se convirtieron, respectivamente, en El Azteca y El Lord Oscuro, dos superhéroes infantiles quienes gracias a la imaginación y la lectura compulsiva de cómics, lograron transformar su realidad de bañadores, toallas y piscinas en el verano de Maryland, en un escenario de leyendas y aventuras con poderes mágicos. Chabon, que es uno de los primeros intelectuales en dar consistencia teórica al fenómeno del superhéroe, explica por qué existe tal fascinación en torno a historias en principio tan inverosímiles. Por qué cientos de miles de personas de todas las edades y condición no dudan en vestirse como los protagonistas de sus cómics favoritos, e incluso se crean sus propios personajes. Porque, y esta es la hipótesis de Chabon, el superhéroe no se disfraza: se transforma, renace en su verdadera piel, la del uniforme, con la que puede realizar aquello para lo que realmente está llamado: salvar el mundo, ayudar a los demás. Salvarse a sí mismo, en resumen.
En estos ochenta años de historia de superhéroes, la evolución del género no ha sido lineal ni racionalista, como cabía esperarse de un mundo que está fuera de nuestros parámetros. Los superhéroes han pasado por etapas de zozobra política, moral y estética, y también han estado sometidos a la parodia desde el principio. ¿Recuerdan a Superlópez, la genial cesión económica y la crisis de ideas han creado personajes desorientados, frágiles, que no tienen superpoderes, pero que emplean una ultraviolencia inusitada: es el caso de los adolescentes de Kick Ass (Mark Millar, John Romita, 2008) o el del conmovedor protagonista de Super (James Gunn, 2010), que muestra en la ficción ci- nematográfica un hecho cada vez más común: el de los héroes reales, aquellos ciudadanos quienes con más o menos acierto deciden tomar la calle, y provistos de una identidad de fantasía, combatir el mal o ayudar en iniciativas comunitarias.
En países como México, esta práctica de utilizar superhéroes co- mo abanderados socio-políticos es una tradición. Los enmascarados de la lucha mexicana llevan décadas defendiendo los derechos de los desposeídos: Superbarrio o Fray Tormenta ya son leyendas internacionales. La idea es mucho más antigua que los héroes del cómic: el defensor de los pobres, que se emboza en una capa o se cubre conunantifaz. Ahorasonmáscomplejos. Han adoptado registros de otros terrenos de la ficción, saliendo en primera página de las noticias. Es el caso de la asociación Palestina Avatar, grupo de activistas que salieron a protestar caracterizados como los extraterrestres del videojuego, perdón, de la película dejames Cameron (y también pintados de azul).
Pero hay más. Dentro del fandom hay cientos que han salido del mundo de los cosplay. Son capaces de fabricar identidades y uniformes, y existe un Registro Mundial de Superhéroes Reales (www. worldsuperheroregistry.com), en donde escoger y revolver entre estos esforzados luchadores contra el mal. Están concentrados en el mundo anglosajón, aunque hay superhéroes de carne y hueso en Europa y Japón.
En España, desgraciadamente, nos tenemos que conformar con alguna iniciativa esporádica, como la de la acción Tasa Robin Hood, en la que apareció un valiente vestido como Errol Flynn, y la mítica performance de Ruiz Mateos. Se ha podido ver a algunos manifestantes disfrazados de banqueros, de osos, etcétera, en las protestas del 15-M. En la Cabalgata Indignada del 28 de diciembre, muchos participantes iban con atuendos de fantasía, vestidos de preso, belén viviente contestatario, etcétera. Aquí lo que sigue gustando es la careta de cartón con intenciones satíricas. Como disfrazarse someramente de político y simular que se roban las carteras a los viandantes… Hasta los rateros se disfrazan de turistas y los policías de manifestantes… pero creemos que esas ya son otras ficciones.