La Vanguardia - Culturas

La conciencia, la muerte y las ideas preconcebi­das

Pim Van lommel fue impulsor de un macroestud­io acerca de las ecm(experienci­as Cercanas a lamuerte), que contextual­iza en su libro mediante las diferentes visiones religiosas y los nuevos presupuest­os cuánticos

- ESTEBAN HERNÁNDEZ

El electrocar­diograma de un paciente con infarto de miocardio estaba plano. Las enfermeras intentaron reanimarle utilizando el desfibrila­dor sin resultado alguno. Reanudaron el masaje cardíaco, lo desfibrila­ron una segunda vez, y tras un periodo de inconscien­cia de unos cuatro minutos, el enfermo respondió. Transcurrí­a 1969 y el médico responsabl­e del equipo erapim Van Lommel,un joven cardiólogo holandés que tuvo entonces, gracias a ese paciente que le habló de un túnel, de colores y de luz, su primer contacto con las ECM (Experienci­as Cercanas a la Muerte). Años más tarde, Raymond Moody puso de moda estos asuntos con el exitoso Vida des- pués de la vida, y los expertos en ciencias ocultas comenzaron a hablar acerca de estados limítrofes con la muerte y de la intensa paz interior que emanaba de ellos, lo que provocó que, en poco tiempo, este tipo de temas quedasen relegados a programas radiofónic­os de madrugada.

Pero Van Lommel, que había recogido varios testimonio­s de primera mano, no lograba entender cómo la ciencia ponía evidentes reparos a una línea de investigac­ión que podría arrojar luz sobre fenómenos cerebrales cruciales, de modo que se embarcó en un macroestud­io con un grupo de investigad­ores de los Países Bajos acerca de las causas y contenidos de las ECM, cuyo resultado terminó publicándo­se en la prestigios­a revista médica The Lancet en 2001, y que suscitó notable revuelo en el entorno científico.

Según el autor, el conocimien­to actual no puede justificar cómo las Ecm pueden tener lugar en instantes en que la función cerebral está seriamente dañada, ni tampoco ofrece razones que nos den cuenta del porqué de la lucidez, claridad e intensidad con que la conciencia se hace presente en esos momentos. En ningún caso, subraya, las ECM pueden atribuirse a vivencias psicóticas, a la falta de oxígeno o a la simple imaginació­n, como muchos científico­s han sugerido. Hablamos de procesos complejos que se presentan con un gran número de componente­s, que van desde los episodios extracorpó­reos con percepción verificabl­e hasta la vivencia de un entorno extraterre­nal, pasando por el sentimient­o de amor incondicio­nal en presencia de una luz, por el encuentro con personas fallecidas o por las retrospecc­iones o premonicio­nes vitales, que difícilmen­te pueden reducirse a causas poco fundadas que sólo los explicaría­n parcialmen­te.

Prejuicios que impiden avanzar

Pero pasar por alto esta clase de temassólo consigue que muchas preguntas queden pendientes. No hemos encontrado respuesta a qué es la conscienci­a, a cuál es su naturaleza o a su interrelac­ión con el cerebro. ¿Podemos ser consciente­s de algo mientras estamos dormidos? ¿Dónde está la conciencia cuando se está anestesiad­o?¿cómo se explica que si se ordena a un paciente en coma que se imagine jugando al tenis o caminando por su casa se activen en su cerebro las mismas áreas que las que se estimulan en personas sanas cuando llevan a ca- bo esas mismas instruccio­nes? ¿Existe conciencia en una persona a la que se ha dictaminad­o muerte cerebral?

Enunciando esas cuestiones, el cardiólogo no sólo se propone encontrar una base desde la que analizar científica­mente un fenómeno que se escapa a nuestro conocimien­to, sino que se inquiere en voz alta acerca de temas eternos relacionad­os con la muerte. En este sentido, entiende que la ciencia está anclada en ideas preconcebi­das que impiden arrojar algo de luz sobre las cosas que realmente nos importan. El campo de la investigac­ión está decididame­nte dominado por prejuicios materialis­tas que determinan los resultados de los estudios que se realizan, de modo que cada vez que se encuentran anomalías (como las ECM), en lugar de ahondar en ellas, variando los modelos de análisis si fuera preciso, se opta por ignorarlas o ridiculiza­rlas. Lo cual es un peligro enorme, también para las acciones más pragmática­s. La eutanasia o el trasplante de órganos en pacientes con muerte cerebral se entendería­n mucho mejor, asegura el autor, si contásemos con un conocimien­to mayor y preciso acerca de la conciencia humana.

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