Llanto, llama y nervios
Luces y sombras de la relación entre Espriu y Rosselló-pòrcel
La relación de amistad y complicidad intelectual entre Salvador Espriu, Bartomeu Rosselló-Pòrcel y sus amigas, Amalia Tineo y Mercè Muntanyola, ha saltado de los libros de historia literaria al teatro y y la novela a través del montaje Flames a la fosca, dirigido por Teresa Vilardell, sobre textos de ambos autores seleccionados por Rosa M. Delor, que se estrenó a principios de julio en el Mercat de les Flors, y de la novelita de Sebastià Alzamora Dos amics de vint anys, que recrea el mismo tema, con mucha más libertad imaginativa, a partir de los materiales que Xavier Abraham reunió en una exposición el año 2002, de cartas y trabajos filológicos. No sé si la obra de teatro y la novela eran realmente necesarias. Quiero decir que de la relación de Espriu con Rosselló se saben poquísimas cosas y casi nada en el terreno personal y de la vida cotidiana. Con este vacío es difícil escribir una obra que diga más de lo que puede decir estudios como los de Rosa M. Delor, que están muy bien.
Para ser fiel, el biopic EspriuRosselló no puede pasar de cierta medida, ha de seguir los textos que dejaron escritos, y esto impone una limitación evidente. A pesar de ello, las dos obras tienen momentos remarcables: el diálogo de versos de la parte final de Flames a la fosca, que crean un texto nuevo y emocionante, o los fragmentos líricos en los que Alzamora recrea los últimos momentos de Rosselló, víctima fulminante de la tuberculosis. Pese a ello, cabe pensar que, sin la necesidad de explicar su vida, a partir de un motivo profundo que no fuera sencillamente la celebración de un centenario, quizás habrían resultado textos más poderosos. En el caso de Dos amics de vint anys, Alzamora tiene que conformarse para explicar la trayectoria de los dos compañeros con episodios que no tienen demasiada substancia narrativa: el encuentro en la facultad de Filosofía y Letras, el primer contacto con Amàlia Tineo y Mercè Muntanyola, el crucero por el Mediterráneo a bordo del Cádiz (con la llegada a Salónica y el recibimiento multitudinario de los sefardíes), una escena en casa de los Espriu en la calle Diputació, una velada poética que da pie a conocer a Manent, Teixidor y Vinyoli, el flirteo casi imperceptible de Espriu con Mercè Muntanyola y el enfrentamiento entre Espriu y Rosselló al frente del Sindicat d’Estudiants Universitaris, en plena Guerra Civil. Cuando estaban distanciados, Rosselló enfermó y murió en seguida. Espriu lo llevó siempre dentro, hasta el extremo que en algunos textos (por ejemplo en la carta inédita a Marià Manent que se publicó hace un par de semanas en La Vanguardia) afirma que acompañó al amigo al sanatorio. Esta mentira y el remordimiento que la acompaña es uno de los momentos dramáticos de la obra de teatro y del relato de Alzamora.
Dos amics de vint anys tiene buen pulso narrativo. Una de las cosas que más me han gustado, la que me ha parecido más delicada y con más intención de escritor, es el retrato de Espriu como un hombre nervioso e irascible. Alzamora traspasa al Espriu histórico, invitado a una sesión literaria que no le apetece, las angustias que éste atribuye al personaje de Salom, en el cuento Nervis de Ariadna al laberint grotesc. Otras veces, el Espriu de los años treinta habla con versos e ideas muy posteriores y provoca una sensación de anacronismo efectista que cierto tipo de lector
Alzamora retrata a Espriu como un hombre nervioso e irascible a partir de sus propios textos
agradecerá. Resulta raro, y es un truco de novela histórica, que atribuya el nacimiento de la caligrafía espriuana a la necesidad de esconder los sentimientos, cuando ha de escribir a las dos amigas y no sabe qué decir. Como en otros libros recientes de Sebastià Alzamora hay una parte de travesura literaria mezclada con el recuerdo, la llama y los nervios.