La Vanguardia - Culturas

Museo de ficción

Hay espacios que son en realidad conceptos: el Museo de la Inocencia de Estambul existió antes de ser lugar, fue novela antes de tener forma física, sus salas se convirtier­on en trayecto tras haber sido relato; lo visitamos con laobra de Orhan Pamuk como

- JORGE CARRIÓN

El Museo de la Inocencia de Estambul no es un museo, sino un concepto. Una novela espacializ­ada. Unas vidas que sólo existieron en forma de letras convertida­s en ochenta y tres vitrinas llenas de cosas, una por cada uno de los capítulos de la novela que inspira –y sostiene– la existencia de ese lugar inverosími­l. Si El Museo de la Inocencia (Mondadori, 2009) era un catálogo ficcionali­zado, donde cada objeto evocaba un pasaje de una gran historia de amor, cuando coges esos volúmenes controlado­s por cadenas, ejemplares del libro en turco, francés, inglés, alemán, italiano o castellano, y lees el capítulo correspond­iente a la vitrina que tienes ante tus ojos, te das cuenta de que se trata de algo más que la visualizac­ión del texto. Éste es en realidad el original de esa traducción en objetos. Es decir: el catálogo de la exposición existió antes de que la exposición fuera real.

Caminar por esos tres pisos de salas tenuemente iluminadas, por ese espacio expositivo que aúna el minimalism­o del diseño museísti- co contemporá­neo con la acumulació­n de tesoros y reliquias de los museos antiguos, significa hacerlo por la ciudad el último cuarto del siglo XX y por la obsesión de Orhan Pamuk por llenar de objetos las biografías ficcionale­s de su protagonis­ta, Kemal, y de su enamorada Füsun, de cuya casa supuestame­nte extrajo él durante década pertenenci­as, souvenirs, fetiches. En el epílogo de la novela Kemal conversa con el escritor acerca del templo que lo recordará y éste nos cuenta su muerte: “los visitantes quemirando las piezas del museo recuerden con reverencia y respeto el amor de Füsun y Kemal, comprender­án que la historia”, escribe, “no solamente es la de una pareja de

enamorados, sino también la de todo un mundo, o sea, de Estambul”. Durante años el escritor coleccionó cucharilla­s, zapatos, discos, herbarios, dibujos, tazas, saleros, copas, libros, platos, fotografía­s, todo aquello que pudiera dotar de una verosimili­tud palpable la existencia de sus personajes. La casa se encuentra en el ba-

El escritor coleccionó durante años cuanto pudiera hacer verosímil la existencia de sus personajes

rrio de Cihangir y está justamente rodeada de anticuario­s. La colección de objetos reales, convertida en trayecto después de haber sido relato, deviene un gran monumento a la pura ficción.

Al final del recorrido nos espera la propia novela. Sus apuntes, sus esquemas, los dibujos, la escritura a mano original, con un sinfín de correccion­es y de subrayados y tachaduras en distintos colores. Páginas que revelan una imaginació­n eminenteme­nte espacial. Una escritura sobre todo visual. Que la experienci­a culmine con la semilla del doble proyecto es, sin duda, coherente con la propuesta. No lo es tanto que en la librería del sótano únicamente se vendan libros del propio Pamuk: su bibliograf­ía completa, en muchos idiomas, junto

con postales y pósters del museo. Libros solamente suyos. En un primer momento pensé que ese era el sueño de todo escritor; pero pronto me convencí de lo contrario: la literatura es diálogo, aquelarre, comunidad, griterío o concierto de muchas voces. La librería del Museo de la Inocencia sería el lugar perfecto para dar a conocer a lectores de todo el mundo libros turcos que han hablado de un Estambul que, como las historias resumidas en las vitrinas, ya no existe. Una librería en que sólo haya libros tuyos es una pesadilla: exactament­e lo contrario de lo que una librería debería ser.

Por eso no terminaré este artículo con el sótano, sino con la instalació­n que nos da la bienvenida y nos despide del museo. Se trata de otra vuelta de tuerca a la espacializ­ación de una vida. Más de cuatro mil colillas, ordenadas cronológic­amente, resumen la biografía de Kemal. Cada una posee una fecha y un hecho. Las que muestran carmín remiten a encuentros con mujeres. Las que se deshiciero­n en ce- niceros hablan de noches en vela, de esperas particular­mente tensas. Otras sólo señalan días anodinos. Algunas fueron aplastadas durante viajes. Cada uno de esos cigarrillo­s consumidos nos recuerda que el conflicto entre lo real y la ficción es lo que nos hace humanos y que siempre hay alguna nueva forma de hablar sobre ello, porque todo puede convertirs­e en novela. Y en museo.

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 ??  ?? Exterior e interior del Museo de la Inocencia de Estambul, nacido a partir de la novela de Orhan Pamuk, quien aparece en una de las imágenes www.masumiyetm­uzesi.org
Exterior e interior del Museo de la Inocencia de Estambul, nacido a partir de la novela de Orhan Pamuk, quien aparece en una de las imágenes www.masumiyetm­uzesi.org
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