Espacio urbano sin señales
El diseño de la vía pública que predispone a relaciones de ‘cortesía’ entre peatón y vehículo genera una ciudad más atractiva y vibrante
El arquitecto y urbanista Ben Hamilton-Baillie –nacido en Alemania en 1955 y formado profesionalmente en Gran Bretaña, donde actualmente vive–, emplea la analogía de los patinadores evolucionando por una pista de hielo para ilustrar la cuestión del cálculo intuitivo, sus efectos, complejidad y el contraste con el modelo, que considera simplista, de tráfico en las ciudades. Propugna un espacio público de baja velocidad, donde exista una interacción entre vehículos y gente, el conductor responda al entorno y no resulten necesarias las autoritarias señales de tráfico.
En su reciente proyecto en Fountain Place, Poynton, ha trasmutado lo que era una congestionada, hostil y caótica intersección en el centro histórico, dominada por señales y marcas en el asfalto, en un espacio urbano con amplias áreas peatonales e intersecciones de cortesía. Mediante un patrón común queda unificado el pavimento, las señales de tráfico brillan por su ausencia y el conjunto se estructura a partir de un entronque informal que incluye dos rotondas interconectadas. Hamilton-Baillie postula un espacio compartido como forma de renacimiento del diseño de la vía pública, que conlleva el logro de un ámbito urbano más vi- brante y menos automatizado.
Los centros de las ciudades, en su opinión, han devenido redundantes funcionalmente como mercados esenciales de bienes e información. Hoy podemos adquirir todo lo que necesitamos (cosas y servicios) en las grandes superfi- cies fuera de la ciudad, o en Internet. Sin embargo, se ha incrementado el uso de las ciudades porque lo deseamos, no por necesidad. Y este cambio de finalidad tiene grandes implicaciones en las cualidades del espacio público.
Resulta crucial su análisis y con- traposición de los atributos y características de dos ámbitos concretos: la autopista y el espacio público urbano. Una buena autopista tiene un único objetivo, es estándar, debe estar bajo control y regulada, ser uniforme, predecible y requiere una comunicación direccional simple mediante marcas y signos también estereotipados. En cambio, un espacio público con éxito raramente está bajo control, refleja múltiples propósitos y voluntades, se define culturalmente, es impredecible, flexible, incierto y seductor, está en constante cambio.
Soluciones innovadoras
En él, además, empleamos una rica variedad de técnicas de comunicación para interactuar. “En esta comparación subyace el meollo de la cuestión, para comprender el concepto de espacio compartido. Sin entender esta diferencia sustancial existe el peligro de que los atributos de la autopista se filtren en las calles y plazas supliendo el reino de lo público”. El de Hamilton-Baillie es un pequeño despacho fundado hace una década, con sede en Bristol, especializado en soluciones innovadoras para reconciliar el movimiento del tráfico con la calidad de los espacios públicos. Su oficina asesora y desarrolla trabajos que combinan diseño urbano, ingeniería del tráfico e innovación en seguridad. Entre sus clientes figuran entidades de gestión de autopistas, agencias de gobierno, grupos de comunidades, equipos de arquitectos, urbanistas y paisajistas, planeamiento, regeneración, transporte...
“Muchas calles de ciudades –señala– han sido diseñadas bajo la premisa de una velocidad de tráfico prioritaria de 50 Km/h, que es totalmente ineficiente e incompatible con las cualidades requeridas para disponer de calles atractivas y eficaces”. Velocidades más bajas