Asturias, capital Lorient
El Festival Interceltique de Lorient, considerado el más importante en el ámbito de las músicas celtas, tiene este año al principado como país invitado
Semana Santa de 1979. Un modesto Fiat con cuatro estudiantes españoles va dando tumbos por las serpenteantes carreteras bretonas. Sus ocupantes quieren visitar los famosos alineamientos megalíticos de Carnac, pero el conductor, un estudiante de psiquiatría asturiano, se ha perdido. Finalmente llegan a la pequeña ciudad portuaria de Lorient y Lisardo, que así se llama el conductor, se dirige al que parece el lugar más concurrido, el Palacio de Congresos. De su interior, repleto de gente, sale una música que al joven aspirante a psiquiatra le recuerda poderosamente las tonadas e instrumentos de su tierra natal. Ya han perdido mucho tiempo, por lo que se informa sobre la dirección correcta y pone rumbohaciaCarnac sinmás demora. Pero la curiosidad ya se ha inoculado en su fuero interno y al atardecer, tras visitar el imponente monumento prehistórico, vuelven a Lorient. Allí disfrutan de una fiesta bretona que desde hace unos años se está recuperando con fuerza, el fest noz. Los cantos y bailes se suceden hasta altas horas de la noche. Los cuatro amigos comparten bebida y conversación con los autócto- nos y traban amistad con dos personajes singulares: un músico barbudo empecinado en recuperary modernizar las vetustas tradiciones sonoras bretonas y un inquieto musicólogo que ocho años atrás ha fundado un pequeño festival de verano dedicado a la bombarda, la gaita local. Lisardo se promete a si mismo que volverá a visitar aquel lugar. Y lo va a cumplir con creces.
Esta es una historia que el propio Lisardo, de apellido Lombardía, ha narrado en diversas ocasiones. Hay una suerte de sabiduría inmanente en las decisiones que el azar toma por nosotros, teñida además del lirismo de lo improbable. Es por ello quizás por lo que este polifacético asturiano recurre a menudo al relato de esta feliz concatenación de contingencias de una noche de verano para explicar cómo ha llegado a director de la que probablemente es la muestra de música celta más importante del mundo, el Festival Interceltique de Lorient. Fue precisamente en Lorient, en esa velada nocturna de finales de los setenta, donde este médico psiquiatra vio despertar su interés por las músicas que por entonces empezaban a etiquetarse como celtas. Yfueasícomo a la pro- fesión médica se añadieron sucesivamente la de periodista, productor discográfico e incluso cantante. Lombardía desempeñó durante años el cargo de delegado asturiano del festival de Lorient hasta que en el 2007 sustituyó a su primer director y fundador, uno de los comensales de aquella noche del 79.
Pero ¿qué tiene de especial este festival que nació en 1971 como un modestoencuentro de gaiteros bre-
Hace 40 años que, con una imbricación de contemporaneidad y arcaísmo, las músicas celtas se reinventan
tones y que hoy es la cita más importante del planeta en lo que a músicas celtas se refiere? A primera vista, la ciudad de Lorient –An Orient en bretón– no se le antoja a uno el mejor sitio para celebrar un festival de músicas tradicionales. Arrasada por los aliados durante la SegundaGuerra Mundial como base de la flota alemana de submarinos, su casco urbano fue reconstruido según los criterios del racionalismo imperante. No deja de ser una paradoja estética que la arquitectura de la ciudad que lideró la recuperación del centenario patrimonio musical bretón sólo tenga unos pocos decenios. Pero en el fondo, ese contraste visual entre tradición y modernidad no debe resultar conflictivo para unas músicas, las celtas, que desde hace cuarenta años se están recreando y reinventando a partir de una particular imbricación de arcaísmo y contemporaneidad. Yel Festival de Lorient fue pionero en esta reinvención, siendo el primero de una serie de festivales y certámenes celtas que irán apareciendo durante los años setenta del siglo pasado.
Más allá de este papel seminal en la gestación del llamado interceltismo, Lorient es un festival célebre por algunas de sus citas más tradicionales. Como la Grande Parade, el descomunal desfile que tiene lugar durante las primeras jornadas del festival y en el que más de 3.000 músicos de todos los países llamados celtas pasean sus identidades, distintas aunque aunadas, en forma de himnos e indumentarias. El suelo tiembla al paso de bagpipes, gaitas, bombardas y cornamusas. Por la noche, la cita ineludible es el tradicional Fest Noz, la popular fiesta nocturna de los pueblos de Bretaña que ha sido declarada patrimonio intangible de la humanidad por la Unesco. Pero lo que en sus orígenes era un encuentro de vecinos para juntos cantar y bailar se convierte en Lorient en fiesta multitudinaria.
Este 2013 el director del festival debe estar especialmente satisfecho. Porque cada año se designa una nación celta como país invitado y, en esta ocasión la escogida es precisamente su Asturias. Ello se traducirá en la celebración de una Gran Noche de Asturias con gruposcomTuenda,HeviaTrioy Llarlegu, o la presencia del popular conjunto Llan de Cubel como telonero de los míticos Capercaille, entre otras actividades. Además del Año de Asturias, durante los diez días del festival desfilará por sus escenarios la flor y nata internacional de la música celta. Conciertos de estrellas consagradas pero también concursos de jóvenes talentos, talleres especializados, los recitales-encuentro Bretaña invita o las noches intercélticas. También hay cabida para fusiones insospechadas, como las que este año propone el gran cantante bretón Titi Robin con la música indostánica, músicas no celtas como la de los corsos I Muvrini, e incluso para una estrella pop rehabilitada como Sinead O'Connor. Son un buen puñado de razones para que, si se diera el caso que un día de primeros de agosto, mientras visitáis Bretaña, os perdéis camino de Carnac, no os angustiéis. Pues quizá el azar os conduce hasta un lugar donde algunas de las músicas más bellas del Viejo Mundo suenan desde el alba hasta bien entrada la noche.