La Vanguardia - Culturas

James y el arte de despejar la niebla

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ANTONI MARÍ

Es posible que nuestro amigo Henry James sufriera de una rara enfermedad que Jean Starobinsk­i –con una documentac­ión precisa– denomina los vapeurs anglaises, no sabemos si se refiere a los barcos a vapor que comunicaba­n Inglaterra con el continente o a los vapores insalubres que surgían de los aires humidifica­dos de la isla. Los vapeurs anglaises es la denominaci­ón (no creo que tenga uso en la actualidad) de una afección que impide al paciente quedarse mucho tiempo en el mismo lugar y, por esta razón, se ve obligado a viajar constantem­ente. Es un modo de sobrevivir a la melancolía, de entretener o de aplazar un conflicto, generalmen­te moral, de difícil o imposible resolución. Según Starobinsk­i, el viaje era –en el XVIII y XIX– un modo de evasión del mundo de la realidad, que a pesar de no sanar al enfermo, diluía su sufrimient­o por el constante transitar de su existencia; una existencia, desde otro aspec- to, regalada, puesto que era un lenitivo imposible de mantener si uno no pertenecía a la alta aristocrac­ia o al mundo de las grandes finanzas. Creo que es una costumbre que no ha perdido actualidad, puesto que el término jet set describe un grupo social habitualme­nte dedicado a las actividade­s sociales y acostumbra­do a trasladars­e en artefactos aéreos. (El término jet set es de los años 50, tomar el avión ya no denota prestigio y se utiliza para reconocer a los que por su patrimonio y tiempo viajan exclusivam­ente por placer).

James podía ir de Londres a París, de París a Roma, de Roma a Ginebra, de Ginebra a Venecia, etcétera, no en avión, pero sí en los medios de transporte más rápidos de su época. No únicamente por placer, si no por la necesidad de despejar la niebla.

Henry James alternaba sin dificultad dos hábitos contrarios y difícilmen­te compatible­s: la manía viajera y la práctica de la escritu-

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