Repeler y fascinar
Lamexicana Margo Glantz relata sus experiencias en India
Resulta difícil entender lo que representa la figura de Margo Glantz (Ciudad de México, 1930) para quien no conozca uno de los periodos más dinámicos de la literatura mexicana, con escritores como Inés Arredondo, Juan García Ponce, Juan Vicente Melo, José de la Colina, José Emilio Pacheco, Carlos Monsiváis o Sergio Pitol. Escritura radical, abierta a todas las fronteras, que amplía el significado de novela y que se alimenta de conocimiento e invención. Sin embargo, pocos han ido tan lejos en el respeto a la mejor tradición, unido a una irreverencia audaz nada caprichosa. Experta en literatura colonial, atenta a las distintas expresiones artísticas de sus contemporáneos, enemiga del tabú y fetichista, celebrada por su magnífico libro de memorias Genealogías, todo explica su pasión por los viajes y su infatigable curiosidad.
Estos rasgos son los que contribuyen a la vitalidad de Coronada de moscas, donde recoge sus experiencias a lo largo de tres viajes a la India. El título lo toma de un verso de la gran poeta peruana Blanca Varela, “coronada de moscas / pasó la vida”, sobre el mito de la semi- diosa Ío trasformada en ternera por Zeus, celosa de su belleza: “acosada por los tábanos: voraces, aladas, sedientas bestezuelas, infamantes ángeles zumbadores la perseguían”, escribe Glantz. La India ha atraído a infinidad de escritores. Todavía recuerdo las doce crónicas que del 1 al 25 de mayo de 1960 publicó Juan Ramón Masoliver para La Vanguardia y que despertaron mi incómoda atracción por un país que, una vez en Londres, se me volvió en cierto modo familiar y que me llevó a otras lecturas, incluidos los terribles tigres de Bengala de Horacio Quiroga y, por supuesto, Octavio Paz. Glantz acude a muchos de estos escritores, casi todos dentro de la tradición sajona: de Rudyard Kipling, Conan Doyle o E.M. Forster a Roberto Calasso y Antonio Tabucchi, para culminar en el chispeante homenaje a Agatha Christie y el más sibilino a Octavio Paz, con páginas muy acertadas sobre su gran poemaenprosa El mono gramático pero silenciando Vislumbres de la India y un importante capítulo de Conjunciones y disyunciones.
En todo caso, Glantz va por una direcciónmuy distinta: no escuchamos la voz del poeta sino la de la narradora innata, aguda observadora y con una visión de la India que responde a su singular personalidad. Hay un recorrido por el país, pero en realidad lo de menos es el itinerario o si se trata del primer viaje o del tercero. La sensación que tiene el lector no es la del que está escuchándola, sino la del que la acompaña sufriendo y saboreando sus mismas experiencias.
Un viaje dominado por la presencia de las vacas y por los cuerpos humanos: jóvenes hermosísimos junto a gente defecando sin el menor pudor o agonizando en la calle ante la indiferencia de los demás. El polvo lo asfixia todo, se acumula la basura, “la mierda humana y animal es común y corriente”, los olores nos persiguen hasta producir “arcadas irreprimibles” y le persiguen en sus pesadillas: “el olor me ha perseguido toda la noche y de repente vuelvo a sentirlo como
El título lo toma de un verso de la gran poeta peruana Blanca Varela: “coronada de moscas / pasó la vida”
si nunca hubiera acabado de despertar”. Al mismo tiempo nos descubre la belleza del arte, de los colores, de las joyas. Y, por supuesto, de todo lo que “enardece mi pasión consumista”, verdadera adicta y sensual fetichista. Y es así como logra transmitirnos con fuerza el rechazo y la fascinación de un país al que ama y aborrece.
Las delicadas fotos de Alina López Cámara han preferido ignorar la degradante aberración.