Yosoy hijo de rey
Terenci, entre el péplum, la ciencia ficción y el sadopop
Heencontrado una escena muy reveladora del contexto en que se escribió y leyó por vez primera Món Mascle, en 1971, en la edición del editor Aymà. Una estrella del rock se encuentra de viaje por Egipto. En la ciudad de Menia, unos tipos lo raptan y se lo llevan al Mundo Macho, donde pasa un tiempo indefinido. Escapa no se sabe cómo. Tras una estancia en Suiza –¿cura de desintoxicación o tratamiento psiquiátrico?– vuelve al lugar de los hechos y bajo los efectos del opio se confiesa al erudito Spiros Markopoulos. Le explica que en ese reino fabuloso lo tomaron por rey, que tuvo una iniciación en ri- tuales complicados que ponían en el centro la violencia, que los superó y se acostumbró a ejercerla él mismo. Describe la ciudad de Lur y la relación que mantuvo con su raptor y guardián, Astor, cubierto de oro de la cabeza a los pies, a excepción del sexo, porque es costumbre en el Mundo Macho que los hombres (las mujeres están confinadas en tierras ignotas, tratadas como si fueran animales) vayan enseñándolo todo, todo el día.
El chico tiene que aprender cómose organiza su reino y pregunta mucho. Pide cómo funciona allí la cosa sexual. “I digues, Astor: com fan l’amor els súbdits delMónMascle? Potser entre ells? Espero que m’entenguis: m’estic referint a les relacions carnals... Feu servir els esclaus, els soldats, o...”. El guardián se escandaliza, le dice que esa es una idea herética. Que el sexo es un desgaste inútil en una sociedad basada en la fuerza, y que atenta contra los dioses. Mucho presumir de cipote entre los faldones de la túnica pero, al margen de las Jornadas de Reproducción, en el Mundo Macho no chinga nadie. Los lectores atraídos por el título y la pinta desvergonzada de Terenci debían quedarse con un palmo de narices.
El Mundo Macho es lo contrario de lo que parece: un lugar donde la represión sexual se traduce en sadismo. Una sociedad de arios, con cruces gamadas y todo (Terenci no abunda en el tema), que tiene mucho de solipsismo. Algunas de las escenas parecen acciones artísticas: unos patricios de cincuenta años se autocrucifican para no ofrecer al mundo el espectáculo de su decrepitud, los mandamases organizan una fiesta de purificación en el que se comen a lo vivo adolescentes con taras, organizan la ejecución de un traidor con una lluvia de flechas y lo dejan como un San Sebastián. Recuerda a aquellas fiestas que Terenci explica en Memorias, cuando vivía en Londres, en
En pleno desfile por la avenida de las esfinges, Astor ofrece al protagonista plátanos descomunales
los ambientes gays se celebraban subastas sexuales, los que se subastaban iban con cadenas, como si fueran esclavos, y él que se moría de ganas de que lo comprasen. En la España del 1971 funcionaba la censura y una cosa así no podía escribirse ni en sueños. ¡Viles censores humanos!
Elefecto queproduceMónMascle leída ahora es que Terenci se esforzaba para no echarse a reír mientras montaba la historia. Quería darle un tono sociológico transcendente, explicar que no había tanta diferencia entre un ídolo pop, que marcaba las tendencias del vestir y los peinados de los jóvenes, y el divino Nbj’nepu-ra, con sus bonetes y sus túnicas que dejaban ver el canario. De tanto en cuanto, se explayaba, como cuando en medio de un desfile ritual, con cánticos, gritos, fuegos y luces, Astor ofrece al protagonista por encima del hombro unos plátanos de tamaño casi ofensivo. o cuando en un mundo de bestias descubre que lo más bestia son las leyes de la gramática. Qué disparate por cierto el pastiche que los correctores de la época (y sus llurs) perpetraron con la lengua de Terenci.