Electrónica de las cavernas
La gira de la banda británica recala en diversas localidades españolas durante este mes de septiembre con motivo de la llegada de su segundo disco, compendio de neofolk, hippismo y electrónica
Este mes el neofolk electrónico y bailongo de Crystal Fighters suena por toda España, y con ganas. El día cinco, Santiago de Compostela. El día seis, Donosti. El nueve, el diez y el diecisiete, Madrid, los dos primeros conciertos con las entradas agotadas desde hace tiempo. Hoy, Valencia. Mañana, Barcelona, con sold out también. Y del trece al dieciocho: Zaragoza, Vigo, Murcia y Málaga. Un considerable puñado de fechas que confirman la estrecha relación del grupo con nuestro país, una conexión marcada por sus sinergias con el folklore del País Vasco. Su directo del pasado mayo en el festival murciano SOS 4.8 fue una muestra de cómo levantar al público pasadas las dos de la madrugada. Graham Dickson –el guitarrista–, sin camiseta, bailando entre el público mientras sobre el escenario los bombos sonaban frenéticos es la imagen que mejor define este grupo: optimismo feliciano y fiesta gorda para todo el mundo.
Originarios de Londres, Crystal Fighters entraron de lleno en la escena indie el año 2010 con su explotado primer álbum Star of love, con hits inmediatos tan diferentes entre sí como I love London y Plage. Poco antes, sus dos primeros sencillos habían llamado ya la atención de BBC Radio 1, siendo el primero de ellos, Xtatic truth, single de la semana paraNMEy disco del mes para Mixmag. El estilo de aquellos cinco enérgicos jóvenes –ahora seis con la incorporación de la vocalista Ellie Fletcher– llamóla atención por aportar un sonido que, bebiendo del UKgarage, el dance, el pop y el folk, sonaba a fresco y prometedor. Hippies con sintetizadores, dubstep soportable, drum and bass para indies. Ahora, tres años más tarde, ha llegado su segundo y esperado elepé, que bajo el título Cave Rave defiende el lado más naturista y tribal de la banda.
“Todas las canciones del nuevo disco han estado escritas en el País Vasco”, nos explican Sebastian Pringle –el vocalista masculino– y Graham.“Compusimos con las guitarras en el bosque y luego fuimos a Los Ángeles a completar y grabar los temas con un productor al que todos admiramos, Justin MeldalJohnsen (Beck/Air/M83/Paramore)”. Confesos enamorados de instrumentos como la txalaparta, que usan con asiduidad, así como de toda la estética que envuelve la cultura de Euskadi, Crystal Fighters le deben su nombre y su razón de ser a un libro que escribió antes de morir el abuelo vasco de una de sus miembros. “Gracias a Laure de repente nos llegó una influencia que era muy inusual para una banda de Londres y eso nos llevó a escribir mejores canciones”, aseguran, refiriéndose a sus orígenes como grupo. “El libro de su abuelo eran ideas inacabadas sobre una ópera vasca y nuestro proyecto es una continuación de esa ópera, vista desde otra perspectiva, porque nos dimos cuenta de que no trataba sólo sobre el País Vasco, sino sobre leadas, pero que escuchado del tirón puede resultar un tanto repetitivo. Africanismo, guitarras campestres e influencias recientes (Vampire Weekend, algo de Animal Collective, ¿lo último de M83?) se mezclan para dar paso a hits buscados como Wave, Are we one o el auténtico tema estrella, You & I, que conviven con un patinazo de coros e intenciones épicas titulado Bridge of bones y con un par de canciones lentas de entre las que destaca These nights y su suave final de ritmo drum and bass. En resumen, y cómo decía-
Crystal Fighters se encuentra en ese punto medio entre lo nuevo y lo antiguo, entre la música de club y la fiesta popular
cosas universales, el ser humano, lo sagrado...” Si bien en el primer disco toda esta historia envolvía una apuesta claramente electrónica, en la que los bosques y la espiritualidad quedaban un tanto solapados por beats durillos, en Cave Rave efectivamente la rave se traslada a la cueva para convertirse en una alegre fiesta pagana en defensa del amor. Óigase Love natural para comprobarlo (“La vida está sobre nosotros y el tiempo para el amor es aquí y ahora”), uno de los diez breves y sencillos cortes que componen un álbum del que seguro van a salir temas para fiestas so- mos, karma positivo y electrónica orgánica, un par de sellos de identidad que la banda reafirmó el pasado 29 de agosto en una exitosa fiesta en las cuevas de Zugarramurdi (Navarra).
Preguntados por sus letras coloridas y místicas (“Mil soles con el poder de mil universos desde la mente de uno. Sentimientos universales, explorar todas las estrellas y mantenernos flotando para el vuelo que está por venir”), Sebastian y Graham responden que sus canciones hablan de “la experiencia de la naturaleza, de cosas muy universales y de cómo estas se han compartido entre los hombres durante miles de años”. En comparación con el primer disco, cuyas letras respondían amomentos y pensamientos concretos, sus últimas composiciones tratan “el aterrizaje del grupo en una cultura antigua, de las cavernas, que nos enseña que para que la especie sobreviva tenemos que querernos unos a otros, respetarnos, no luchar y preservar nuestro entorno”. Reconocen no expresarlo de forma literal, aunque esperan que aquellos que no entiendan la letra reciban su menaje a través de los sonidos.
Porque Crystal Fighters se encuentra en ese punto medio entre lo nuevo y lo antiguo, entre la música de club y la fiesta popular, lo que le lleva a uno a sentirse en el bosque mientras está escuchando electrónica. “Eso es lo que buscamos, de eso se trata”, dicen sonrientes. “Nos gusta que nuestra música pueda sonar en diferentes contextos, ya sea en el bosque con una guitarra o en una discoteca”. Y es justamente eso lo que les permite ser neohippies al mismo tiempo que colaboran con nombres como Feed Me para crear notables éxitos para las pistas de baile comerciales como Love is all I got. Una doble cara que van a tener que domar bien si quieren ser un grupo de largo recorrido. Aunque por el momento lo mejor será que sigan de fiesta.