Poetas barceloneses
Tres autores afincados en la Cuidad Condal de diferentes generaciones, y registros radicalmente distintos, pero con una trayectoria consolidada, coinciden en librerías con sus nuevos poemarios. Tres obras a tener en cuenta
La lectura simultánea de tres poetas contemporáneos de distintas edades, con registros radicalmente distintos y con no pocas coincidencias, ha sido para mí una experiencia única. Me ha permitido escuchar, como quería Antonio Machado, “entre las voces, una”, para llegar al corazón de la Poesía. Se trata de José Corredor-Matheos, nacido en Alcázar de San Juan en 1929, catalán por elección, residente en Barcelona y autor de una Antología esencial de la poesía catalana contemporánea; y de los barceloneses Luis Izquierdo y Eduardo Moga, nacidos en 1936 y 1962, respectivamente.
En Sin ruido, de Corredor-Matheos, hay una depuración de elementos circunstanciales o cotidianos y un rigor que recuerda al Jorge Guillén de Cántico, con poemas breves, delicados, altamente líricos, pero concebidos como una narración. Dividido en siete secciones, cada una de ellas termina con un poema en cursiva que parece anunciar la próxima sección: son puertas que se abren para subrayar la variedad y la unidad del libro. Barcelonés de adopción, la suya no es una poesía barcelonesa ni de ningún lugar concreto. El hecho de “sentir profundo amor / por la tierra que pisas”, “no ha de llevarte / a que olvides / que tu patria no está / en ningún sitio”. Evita incluso las referencias de tipo personal, con la excepción de un poema dedicado a su madre y otro a su padre. Poesía que busca la luz, la plenitud, la libertad, “el gozo de ser / en el no ser”, la belleza, la purificación, la ascensión y el abandono. Con la conciencia, sin embargo, de que somos “un brillo instantáneo”, de que el mar de plomo no puede volar, comonopuedevolar la palomamuerta. Y sin embargo, en esta lucha entre la luz y las sombras, acaba por triunfar el dulce secreto de las palabras, el luminoso regreso a la infan- cia, al mar, a un silencio no mudo del que surge una poesía que se propone, precisamente, “arrancar versos al silencio”. Un libro que no niega la lacerante realidad, pero hermosamente sereno.
En La piel de los días, de Luis Izquierdo, la voluntad narrativa es muchomásvisible, hayuncompromiso con la realidad, que explica la ironía, cuando no el sarcasmo; y el poeta está presente como testigo y víctima. Como dice en Poética de un despertar, frente a esta realidad sórdida hay una alegría inasible pero visible y la necesidad de captar “el casi al que no llegan las palabras. Escribir es una aproximación infinita”. De ahí que haya tantos poemas en los que reflexiona sobre la palabra poética. Por otro lado, el epílogo Notas para los fieles de la lectura es una exposición tan iluminadora del contenido del libro, que muy poco puedo añadir yo que contribuya a ahondar más en él. Junto a la presencia de la pintura y las resonancias musicales, está “el desenmascaramiento imperturbable, sin retórica alguna, de la barbarie en marcha” y, como reacción, la necesidad de “reconocer el arte en su función proyectiva de otra realidad”. Para Izquierdo, como para Corredor-Matheos, regresar a la infancia es regresar a la infancia del mundo, las “imágenes / soñadas del recuerdo” están reflejadas en la felicidad de los ni- ños libres frente al mar, que quisiera retener para siempre. Pero, “consciente de las sombras”, sabe que es una felicidad fugaz, amenazada por sus recuerdos del colegio, la rígida educación religiosa, el ciego patriotismo, la destrucción de la naturaleza, la burocracia y la usura del capitalismo. En los divertidos poemas del Intermedio úrsido, el oso recrimina con sensato humor a los humanos, plantígrados también ellos, su voracidad destructora.
Una obra original
La lectura de Insumisión, de Eduardo Moga, ha sido para mí una verdadera revelación. Estamos ante un libro enormemente ambicioso, rico en propuestas. La prosa y el verso se alternan en una necesidad de abarcarlo todo.
Pensaríamos, por su originalidad, que debe poco a sus contemporáneos. Sin embargo, el penúltimo poema, Una vida de agua. nos muestra todo lo contrario: que es la familiaridad con toda la poesía moderna en castellano la que le permite esta libertad. Yhay que señalar, sobre todo, la presencia de latinoamericanos, de Oliverio Girondo o José Gorostiza a Montes de Oca y David Huerta. Los osos de Izquierdo están sustituidos por los jabalíes. También aquí asistimos a la destrucción de la naturaleza, a la presencia negativa de la religión y de los uniformes, a la condena de la usura en la interesante prosa dedicada a Ezra Pound, y hasta al bigote de Aznar. Como en Corredor-Matheos, hay un enfrentamiento entre la luz y las sombras y también él rinde homenaje al padre y a la madre. Poesía del tiempo, de los cuerpos desnudos, del agua, del vuelo o ascensión y de los cataclismos siderales: “de sombras y diamantes”.