La Vanguardia - Culturas

Colapso en Grecia

- LILIAN NEUMAN

Petros Márkaris (Estambul, 1937) es uno de los mejores. Y dignísimo miembro de esa cofradía de autores de novela negra que el siciliano Andrea Camilleri imagina en tertulia alrededor de una bañera –el mar Mediterrán­eo–, hablando de todo y remojándos­e los pies.

Leyendo esta última entrega de la serie de su comisario ateniense, Kostas Jaritos, me he preguntado cómo sería esa conversaci­ón soñada por Andrea Camilleri.

Arrebatar la dignidad

¿Cómo hablarían hoy Jean Claude Izzo, y Manuel Vázquez Montalbán de esta crisis (por no decir derrumbe) que –como bien se ve en esta historia, en Grecia, pero también en España–, nos desarma un poco más cada día y va despojando a las personas hasta arrebatarl­es la dignidad? Con ese parlamento europeo que, como me dijo Márkaris en una entrevista hace pocos años, es “un florero ahí fuera”. Con el euro convertido en esta novela –que sucede en el 2014– en la som- bra maligna y depredador­a del “euraco”. Y con Grecia, Italia y España que han regresado a sus antiguas dracmas, liras y pesetas.

Esta historia está escrita no por un fantasioso sino por un hombre que (como sus amigos mediterrán­eos) fue militante de izquierdas, que desde muy joven vio mundo, que primero fue economista y al fin traductor de Bertolt Brecht en-

Se examina individuos cuya heroicidad, si fueron héroes alguna vez, fue rentabiliz­ada el resto de sus vidas

tre otros grandes autores alemanes (por no hablar de su trabajo de guionista con Theo Angelópoul­os). Y hasta hoy Márkaris sigue reconocien­do el magisterio de Bertolt Brecht.

Mucho más para su serie protagoniz­ada por el comisario ateniense Kostas Jaritos, un personaje con el que, en sus inicios, y para mejor entendimie­nto de la realidad, estaba prohibido identifica­rse.

Pero ya poco queda de aquel que en Noticias de la noche se mostraba como un poli machista y poco considerad­o con su esposa (eficaz instrument­o brechtiano para explicar la realidad de forma didáctica). Queda su afición por leer el diccionari­o, aún cuando ya no le pagan el sueldo y su esposa hace milagros para alimentar a toda la familia.

Y entonces se comete el primer asesinato, y habrá más. Todos con una curiosa puesta en escena que remite a un pasado que no fue mejor, pero tal vez se entendía mejor: cuando se luchaba en contra de la dictadura, derrocada en 1974, y en donde se exigía “pan, educación y libertad”.

La trama es buena, menos compleja y sorprenden­te que, por ejemplo, la del El accionista mayoritari­o. Y la verdad, como están las cosas: ¿qué importa? Aquí se analiza el colapso, se habla de qué nos llevó adonde estamos, y se examina una clase de individuos que, si fue-

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