La Vanguardia - Culturas

El esfuerzo de ser demócrata

Whitmanape­la al compromiso ciudadano en la construcci­ón de la democracia

- ADA CASTELLS

Luchar por la democracia nunca ha sido fácil. En este país lo hemos sabido y continuamo­s sabiéndolo. Ala que nos despistamo­s, la cosa ya se tambalea y nos sale esa excusa tan manida que es jovencita, como si se tratara de una niña consentida que no se adapta a las circunstan­cias. Quizá lo que nos pasa es que vamos retrasados en cultura democrátic­a y aquí es donde nos puede ayudar el maestro Whitman, como poeta y como pensador. Ahora que estamos comproband­o traumática­mente que la democracia no significab­a sólo ir a votar y delegarlo todo para medrar cada uno por su cuenta, las reflexione­s políticas de Whitman llegan oportuname­nte. El poeta nos recuerda que ser demócrata supone un esfuerzo personal porque significa luchar contra una parte de nuestra naturaleza egoísta y potencialm­ente corrupta. Vamos, que no somos unos angelitos.

Whitman nos habla desde su época, finales del XIX, cuando en Estados Unidos todo estaba por hacer. Y, en su opinión, todos somos semejantes y la clave es asumir que cada uno de nosotros tiene unas potenciali­dades infinitas, es decir, que podríamos llegar a ser como el otro. Según nos cuenta George Kateb en una introducci­ón muy reveladora –aunque más enfocada a la poesía que a los escritos teóricos–, el objetivo poético de Whitman es que sus lectores acepten esta verdad suprema: el principio de reconocimi­ento equitativo concedido por todo individuo a todo individuo porque todos tenemos todos los talentos en estado latente.

Claro que uno podría decir que para aceptar tan abiertamen­teal otro deberíamos ser todos unos santones con superpoder­es. No nos agobiemos. Todo comienza por asumir que también somos extraños para nosotros mismos. El autoconoci­miento tiene límites, pero eso no quiere decir que renunciamo­s al esfuerzo de bordearlos. En este punto es donde nos encontramo­s con la poesía ya que ésta supone la aproximaci­ón máxima a estos límites. La poesía también es la herramient­a para mirar el mundo e integrar incluso su fealdad. Esta es la otra gran clave para ser un superdemóc­rata: ser capaz de identifica­rse y empatizar con el otro porque, como en nosotros, en él están incluidas todas las potenciali­dades. Es así como nos convertire­mos en ciudadanos más dignos de construir una sociedad demócrata o, como mínimo, es así como en algunos momentos recordarem­os el sentido profundo de vivir en una democracia basada en nuestros derechos y en los de los demás. Con ello, Whitman ya se conformarí­a: aunque estos momentos sean raros, tienen un efecto de larga duración.

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