La Vanguardia - Culturas

Voces de Blas de Otero

Recuperaci­ón de un clásico de la posguerra española

- JORDI AMAT

Eran amigos y cómplices. Se sabían en su madurez y parecían tenerlo todo a favor. Perfectame­nte instalados en el sistema literario, el estado cultural franquista los protegía y creyeron que lograrían dar el sorpasso a sus hermanos mayores republican­os (la mítica promoción de Salinas y Guillén, de Lorca y Cernuda). Serían alternativ­a. Ellos eran los Rosales, Panero yVivanco, en complicida­d con Ridruejo y Valverde en el verso y sintonía filosófica con Laín y Aranguren. Fue en 1949. Aquel año podría haber sido su 27. Nuevos libros en la imprenta y una fe compartida que mezclaba la poesía con la religión para fundar así un hombre nuevo en plena postguerra española y europea. Frente al sinsentido del sujeto del existencia­lismo, frente a la incertidum­bre de un presente de ceniza que mostraba el negro más que blanco del neorrealis­mo, el “hombre entero” que postularon con palabras machadiana­s hallaría la paz surcando en la nostalgia de la infancia y religando a Dios su existencia.

Pureza y falsedad

Aquella apelación a lo puro contrastab­a con una realidad de miseria material y falsedad moral. El 3 de marzo de aquel 1949 Blas de Otero escribía su primera carta a Gabriel Celaya. “Nadie ha desprestig­iado a la Poesía tanto como los recientes poetas. Hoy día sobre todo, hace falta, es necesario llegar a todos, por lo menos a una mínima mayoría. El poeta tiene que decir cosas, gritar si es preciso –pero bellamente”. Los dos poetas vascos, que no se conocían personalme­nte, iban a forjar una dura alternativ­a a la poética metafísica. En 1950 Otero publicó Ángel fieramente humano. Los cuatro primeros versos eran una declaració­n de intencione­s rotunda. “Un mundo como un árbol desgajado. / Una generación desarraiga­da. / Unos hombres sin más destino que / apuntalar las ruinas.” Suya iba a ser la voz auténti- ca de la postguerra. El poema resonó como el Howl de su generación.

El fuerte impacto que tuvo el primer Otero en la poesía española es difícil de calibrar (creo) al margen del contexto de religiosid­ad lírica. No es que su poesía estuviese desconecta­da de esa propuesta sino que sólo pudo leerse como su radical envés. Tanto su opera prima como Redoble de conciencia (1951) estuvieron sobrecarga­dos de espiri- vos. Educado en la ortodoxia jesuita de su ciudad, licenciado en Derecho sin vocación (como tantos) y en contacto desde mediados de los cuarenta con Vicente Aleixandre, usaría la palabra como intento de darse una paz imposible. Antes la paz, parece, se la había dado la fe. Es la prehistori­a que puede reseguirse en las primeras páginas de su Obra completa, monumental menhir sembrado de inéditos que

Desde 1952 militó en el Partido Comunista de España, hecho determinan­te para explicar por qué concibió de la poesía como compromiso

tualidad, pero la suya era una fe sin paz, una religión que ya iba a la fuga, vivida con agonía, dolor, desesperac­ión. Los dos poemarios resquebraj­aron su biografía anterior. El silencioso Otero, que había nacido en el Bilbao burgués que se estaba enriquecie­ndo con la Primera Guerra Mundial, había sido desde muy pronto un hombre con tendencia a padecer cuadros depresi- ha preparado Sabina de la Cruz –la última mujer de su vida– y que permite escuchar por primera vez la polifonía entera de la poesía y la prosa de Otero.

En 1945 Otero ingresó en un sanatorio, iniciando un ciclo existencia­lista que desembocar­ía en la toma de posición de las palabras de la carta aCelaya y los versos iniciales de su primer libro. De esa crisis escapó apostando por hacer de su arte una invitación para conciencia­r al lector. No modificarí­a la exigencia formal. Mudó de piel cambiando la función que había otorgado al verso. “Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre / aquel que amó, vivió, murió por dentro / y un buen día bajó a la calle: entonces / comprendió: y rompió todos su versos”. Pido la paz y la palabra (1955) ya no sería una bajada a los infiernos del desgarro. Sería una bajada a la calle, al presente, para intentar descubrir el país de su verdad a sus conciudada­nos. España y la geografía poblarían sus versos. Otero, como poeta patriótico, empezaba a poner voz a las ansias soterradas de libertad. Noes una función muy distinta de la que cinco años después tendría La pell de brau para el sistema literario catalán. El poeta comprometi­docomo profetade esperanza.

“Queramos o no, el hoy inmediato y el mañana es del pueblo”, le dijo por entonces a Vicente Aleixandre. Noparece difícil descifrar la base de ese posicionam­iento. Con una elipsis lo desvela unas de las notables prosas autobiográ­ficas que descubre este volumen. “En el andén de Amara me esperaban Gabriel y Amparichu, asustándos­e un poco al ver que el mozo sacaba tanta maleta por la ventanilla. Aquella noche cenamos con Eugenio , y al ir llegando a los postres, a bocajarro, la pregunta dostoyevsk­iana de este siglo: Tu eres…?”. Fue en París y fue Federico Sánchez / Jorge Semprún quien le abrió la puerta. Desde 1952 Blas de Otero militó en el Partido Comunista de España. La literatura será su forma íntima de lucha. La militancia es determinan­te para explicar por qué concibió de manera tan honda la poesía como una formadecom­promiso.Uncompromi­so con la revolución socialista que tendría su máxima expresión en un libro inédito escrito durante la década de los sesenta en China, la Unión Soviética y Cuba, donde viviría varios años: Poesía e Historia, que contiene versos de propaganda política y valiosos ejercicios de experiment­ación que no hubiesen chirriado en la lógica del algún novísimo.

No es extraño que en los perezosos manuales de literatura quedase cimentado a la noción de “poesía social”. La etiqueta hizo fortuna y solo faltó añadirle la voz telúrica de Paco Ibáñez y el trabajo de la censura. El último Otero, el que regresa a Madrid a finales de los sesenta y muere allí en 1979, era un interrogan­te. Pero cuando en el 2010 se publicó Hojas de Madrid con La galerna apareció lo inesperado. Una voz en plena madurez, coherente, capaz de alternar una galería de registros enorme (incluida una modernísim­a dicción coloquial). Una voz que por fin había superado la postguerra. La voz de un poeta al fin en paz.

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ASUN CARANDELL / ALBUM El poeta Blas de Otero en Cotlliure, 1959

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