Albert Camus o el Extranjero
Al cumplirse cien años del nacimiento del novelista, dramaturgo, ensayista y periodista, evocamos la búsqueda de identidad tan palpable en su obra, y un drama personal que fue precursor del de millones de personas
Lo que está sucediendo en Egipto, sucedió en Libia y continúa en Siria, es un enfrentamiento entre laicos y religiosos, algo propio del Islam y que en Europa se dilucidó en el siglo XVIII con la Revolución Francesa. Estoy seguro de que Albert Camus tendría mucho que decir sobre este tema actual.
Cuando se publicó la novela póstuma de Camus titulada El primer hombre se vendieron 200.000 ejemplares, lo cual, treinta y cuatro años después de su muerte, es un indicio de que los años no mermaron su prestigio. Ese prestigio se debe, no solo a su estilo que registró en vida éxitos como La peste, El extranjero o Calígula, sino, sobre todo, a su integridad moral. Fue la autoridad moral que no hay en la Francia contemporánea y que sólo él podía detentar. En una era de intelectuales mediáticos que se auto-promocionan ante el espejo admirativo de su audiencia electrónica, la honradez de Camus, lo que su maestro de liceo lla- mó “su pudor instintivo”, tiene el atractivo de lo auténtico y artesanal en un mundo de reproducciones de plástico.
Para los “extranjeros”, la novela de Camus tiene interés como documento humano y obra literaria, es la novela autobiográfica de un pied-noir argelino nacido en Orán de padre francés y madre menorquina: ¿qué esperan en Menorca a dedicarle un monumento? Su pa- tiene remedio pues carece de memoria del hogar perdido o de esperanza de tierra prometida. Este divorcio entre el hombre y su vida, el actor y la escena, es propiamente la sensación del absurdo”. Quizás, estaba proyectando Camus lo absurdo que era ser un pied-noir y para un emigrante medio español, de cultura francesa, viviendo en un país islámico.
Este mismo absurdo, a la inver-
El absurdo de un emigrante medio español, de cultura francesa, viviendo en un país islámico, le conecta con la actualidad del Norte de África
dre muere muy joven en la Primera Guerra Mundial y él queda doblemente desarraigado: huérfano de padre y huérfano de Francia por vivir en Argelia. Esto lo proyecta en su noción del “absurdo”; en el ensayo un poco “demodé” El mito de Sísifo escribe: “En un universo privado súbitamente de ilusiones y luces, el hombre se siente ajeno, un extranjero. Su exilio no sa, es el que sienten los fundamentalistas islámicos: son mahometanos, con la cultura correspondiente al siglo XIV de su historia, con un quiste inoculado de cultura francesa y el acoso multimedia de toda la modernidad occidental, que les da la sensación de absurdo en su propia casa y dentro de su cultura. Los argelinos son los “pied-noirs” de Europa y, por ex- tensión, los marroquíes e incluso los turcos en Alemania.
Hay que entender que si se tornan fundamentalistas es por buscar una sensación de identidad que todos necesitamos y que aquí ejercemos en nuestros respectivos nacionalismos. El fundamentalismomusulmánestanrespetablecomo cualquier nacionalismo, lo único que se puede criticar son los medios que los fanáticos decidan usar para promover su causa. Matar es malo en todos los casos, pero ponerse un velo es tan normal como para un cristiano bautizarse o comulgar o, si quieren una analogía más ajustada, para las señoras llevar mantilla al ir a la iglesia. Aquí eso se dejó de practicar en 1960; ellos están en el año 1360 de su era religiosa.
Extranjero y sin raíces
Todo esto no es menos ajeno de lo que pueda parecer. La emigración desde el Magreb nos atañe directamente: Lérida sin ir más lejos. Hay que comenzar a prestar atención al tema, ser muy cuidadosos con la inmigración. O los rechazamos de pleno y realizamos las faenas con gente de aquí, o luego no podemos hipócritamente volvernos contra los que sacan las castañas del fuego porque viven otra cultura. La era post-moderna es mezcla pluricultural, pero no solo en arquitectura y arte en general, o en viajes, vacaciones y vestidos, es sobre todo multicultural en la convivencia humana,en la economíade empresas transnacionales y trabajadores inmigrantes.
Camus, en su drama personal, sufrió una situación precursora de lo que ha llegado después a millones de personas: ser extranjeros y sentir el absurdo de no tener raíces o sentir que éstas se alejan y desarraigan. Si su metáfora del absurdo en El mito de Sísifo interesó a los propios occidentales en los años 50, desarraigados de su cultura burguesa, o desazonados por la modernidad, ahora el absurdo se cierne sobre pueblos que deben alejarse de sus raíces para encontrar trabajo o que sienten amenazada su identidad sin moverse de casa por el Leviatán occidental.
No sería de extrañar que Camus (7 de noviembre de 1913-4 de enero de 1960) vuelva a leerse con interés y provecho ya que las anatemas lanzadas por Sartre contra él se olvidan y su mensaje resulta más duradero que La náusea de Sartre y sus delirios marxistas. Había mucho de temperamento y biografía mezclados en la controversia entre los dos grandes escritores. Incluso Sartre reconoció, al morir Camus prematuramente, que su oponente se inscribía en la gran tradición de moralistas franceses, quizás de lo mejor, entre lo mucho bueno que ha dado la literatura de Francia. Al final, el “extranjero” insertó sus frutos, ya que no las raíces, en la cultura francesa.