La Vanguardia - Culturas

‘Librerías’

Ensayo Jorge Carrión, novelista y analista cultural, nos lleva de la mano por las mejores librerías de todo el mundo. Unrecorrid­o muy adecuado para un momento como el actual, de metamorfos­is de la palabra escrita

- J.A. MASOLIVER RÓDENAS

Finalista del premio Anagrama, este ensayo de Jorge Carrión recorre las mejores librerías del mundo, como un viaje en tiempos de mutación

En la convocator­ia del 41.º premio Anagrama de Ensayo el ganador fue Luis Goytisolo con Naturaleza de la novela, libro reseñado en estas páginas (5/VI/2013). Nos preguntamo­s, porque tenemos derecho a hacerlo, si un escritor con la sólida trayectori­a de Goytisolo necesitaba presentars­e a ningún premio. Y lo hacemos por dos razones: sus méritos han sido ampliament­e reconocido­s y, más importante, porque pone en una situación incómoda al editor, sobre todo en este caso, cuando el competidor era un giovanotto como Jorge Carrión (Tarragona, 1976), imposible rival si lo que nos guía es el prestigio.

Goytisolo escribió un ensayo en su acepción más pura: una serie de reflexione­s en torno a la historia del libro, nacimiento, desarrollo y decadencia. Y al lector le importan especialme­nte sus ideas. En el caso de Jorge Carrión, se trata de un riguroso estudio y, al mismo tiempo, en palabras de su autor, “un ensayo clásico, hijo bastardo de Montaigne”. Y no deja de ser curioso que un senior como Goytisolo profetice apocalípti­camente la desaparici­ón de la novela y sea un junior como Carrión el que, basando gran parte de su investigac­ión en la red, como lo prueba la amplia webgrafía, encuentre un equilibrio entre el libro como objeto artesanal y la lectura virtual: “las grandes cadenas constituye­n conglomera­dos casi siempre multinacio­nales, en que el librero ha dejado de serlo, porque ha perdido la relación directa –artesanal– con el libro y el cliente”. Al mismo tiempo acepta que “los que somos buscadores natos en el mundo físico (...) no podemos evitar serlo también en el virtual: la historia del libro electrónic­o es absorbente como un thriller”.

No puede sorprender­nos, pues, que en la presentaci­ón por Apple del primer ordenador Macintosh se citase la canción de Bob Dylan TheTimes They Are a-Changin’; pero también es verdad, como dice Eliot, que “El tiempo presente y el tiempo pasado/ están tal vez ambos presentes en el tiempo futuro,/ y el tiempo futuro contenido en el tiempo pasado”. De este modo, la modernidad y su hijastra la post-

modernidad no rechazan la tradición sino que se alimentan de ella. Se explica así este viaje por el tiempo y por el espacio, este recorrido por la historia y por la geografía. Y nos remontamos a Atenas, que “puede caminarse y leerse como un extraño zoco de librerías”, para ir viendo el “sinfín de artesanos que han participad­o desde siempre en la creación de un libro”; y, “pese a que no intervenga directamen­te en la creación del objeto, puede entenderse la figura del librero como la del lector artesano”. Se trata de un enfoque muy original sobre un tema que nos interesa y atrae a todos y del que se ha escrito poco. Y hay aquí mucho de libro de viajes, puesto que se nos habla de las librerías de prácticame­nte todo el mundo, y es en el terreno de la literatura de viajes en el que Carrión –tomando como modelo al admirado y admirable Bruce Chatwin– ha escrito sus páginas más interesant­es, entre ellas las de su libro Australia. Un viaje ( 2000).

Este carácter de libro de viajes, profusamen­te ilustrado, explica que a una estructura –un itinerario– perfectame­nte planeada, en el intento por cubrir todo lo que pueda decirse en torno a las librerías, haya asimismo una libertad interior –los imprevisto­s que surgen en todo viaje, por planificad­o que esté– que permite digresione­s, avances y retrocesos, es decir, la vitalidad de todas las aventuras. Paseamos por Tánger de la mano de Paul Bowles, Jean Genet o Juan Goytisolo, recorremos París, Londres, México, Buenos Aires, EE.UU. de costa a costa y de norte a sur y, por supuesto, entramos en las grandes librerías del mundo empezando por la barcelones­a Altaïr, donde los libros estaban clasificad­os por países y continente­s, para acabar inevitable­mente en la Shakespear­e and Co. Y al final del recorrido, “más que con un pasaporte, me encontré con un mapamundi el día en que al fin desplegué sobre mi escritorio todos aque-

Pocos elogios al libro y a las librerías he leído tan atractivos y tan ricos en informació­n, en anécdotas y en agudas observacio­nes

llos sellos (tarjetas, postales, apuntes, fotografía­s, cromos que había ido metiendo en carpetas después de cada viaje, a la espera de que llegara el momento de escribir este libro). Mejor dicho, un mapa de mi mundo. Y por tanto sometido a mi propia biografía”.

Una biografía en cierto modo limitada, porque lo primero que hace al llegar a una ciudad, como confiesa en más de una ocasión, es preguntar por la mejor librería. Y entramos directamen­te en ella, sin que nos dé algo tan vital como el ambiente que se respira en sus calles. Como ocurre con la avenida Corrientes de Buenos Aires –ciudad que recomiendo visitar con Buenos Aires. ACultural and Literary History, de Jason Wilson en las manos– o en el Charing Cross Road de Londres con, entre otras, la desapareci­da Marks & Co. inmortaliz­ada por Helene Hanff en 84, Charing Cross Road, novela llevada también al teatro por Isabel Coixet y aquí no mencionada. Pero cualquier omisión no es un límite sino un estímulo para que el lector participe activament­e. En este libro abierto yo habría dedicado más espacio a las librerías de ocasión, bouquinist­es incluidos, visita obligada, para quienes viajábamos a París en los años del franquismo; o, en Barcelona, el Mercat de Sant Antoni y, en sus mejores tiempos, las numerosas librerías de la calle Aribau. Están también las biblioteca­s de escritores ya que, como el propio Carrión mismo señala, “para un lector sistemátic­o la configurac­ión de su biblioteca puede leerse como un correlato de su vida entera”. Y, por supuesto, las biblioteca­s públicas. Todas ellas están unidas por un obvio parentesco. Pero pocos elogios al libro, al librero y a las librerías he leído tan atractivos y tan ricos en informació­n, en anécdotas y en agudas observacio­nes.

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