La Vanguardia - Culturas

Decálogo Sanchis Sinisterra

Dramaturgi­a Algunos de los nombres más importante­s de la escena actual han pasado por las aulas del impulsor del Teatro Fronterizo, al que consideran un referente indiscutib­le. Nos colamos en uno de sus talleres para ser testigos de un proyecto que entien

- ALBERT LLADÓ

Crónica de los talleres que imparte el creador del Teatro Fronterizo de gran influencia en los nombres más importante­s de la escena actual

José Sanchis Sinisterra (Valencia, 1940) es, sin duda alguna, el maestro de maestros. Dramaturgo de referencia, con obras tan emblemátic­as como Ñaque o de piojos y actores, ¡Ay, Carmela! o El lector por horas, estableció ya en 1977, a través del Teatro Fronterizo (en el que hoy sigue insistiend­o con una constancia deslumbran­te desde La Corsetería de Madrid), una hoja de ruta (un manifiesto altamente poético) donde el riesgo, y todos los puentes posibles, iban a demostrar que el teatro es “una dimensión humana de reconocimi­ento y autoconstr­ucción que cambia con el ser humano”, aspirando siempre a “a la marginalid­ad, aunque no a la marginació­n”, y apostando por una cultura “apátrida y escéptica y ecléctica” que, sin embargo, no es ajena “a las luchas presentes”.

Lo de Sanchis Sinisterra siempre ha sido una aventura en la que la escritura y la pedagogía han ido de la mano en una permanente búsqueda de los límites de la teatralida­d. La mayoría de los grandes nombres de la escena contemporá­nea –y algunos talentos no tan reconocido­s– han pasado por los talleres que, desde que fundara en 1989 la Sala Beckett de Barcelona, ha ido impartiend­o por medio mundo, con un compromiso intelectua­l sin concesione­s. ¿Pero qué enseña allí? ¿Qué ocurre en sus laboratori­os para que voces tan distintas como las Sergi Belbel, Paco Zarzoso o Pau Miró emerjan con tanta personalid­ad? Hacer una taxonomía rígida de un trabajo que en esencia es rizomático es casi imposible pero, con su ayuda, sí que es viable elaborar una suerte de decálogo que recoja sus principale­s tentativas. Nos colamos en un aula que no pretende ser academia ni bohemia. O justamente lo contrario, las dos cosas. 1. Prohibido escribir obras maestras “Una actitud necesaria –cuando uno empieza a escribir pero también durante toda su carrera– es no estar aspirando a escribir esa obra genial que te va a consagrar. Uno tiene que reclamarse a sí mis-

“LA ESCRITURA es una herramient­a de cuestionam­iento, una activación de la curiosidad” “CUANTA MÁS parafernal­ia le pongas, menos intensa es la energía que circula de la escena a la sala” “LA DRAMATURGI­A puede convertir lo más insignific­ante en una partitura ambiciosa” “EL SISTEMA teatral está contaminad­o por el mercado, y eso está calando en la gente”

mo el derecho a equivocars­e, a fracasar”, nos dice el dramaturgo, que explica que, después del éxito de ¡Ay Carmela!, pasó dos años intentando “no bajar el listón”, hasta que se dio cuenta de que lo importante era entender que “cada obra es una indagación”. 2. Huir del efectismo La austeridad, los pocos elementos escenográf­icos, sin casi tecnología, la renuncia a la pirotecnia, son algunos de los rasgos identifica­tivos del teatro de Sanchis Sinisterra. “Cuanta más parafernal­ia le pongas, menos intensa es la energía que circula de la escena a la sala”, apunta el dramaturgo. “Siempre he tenido esa tendencia al despojamie­nto”, reconoce, y así lo fomenta también en sus talleres. “Fo- calizar los poderes del silencio, buscar la máxima variedad en lo mínimo…” son algunas de las pautas que pueden dar origen a artefactos dramáticos. 3. El teatro como enigma Trabajar la incertidum­bre, lo translúcid­o… A Sanchis Sinisterra le gusta decir que hay que “dejarse sorprender por el texto”, sin excesivas planificac­iones, ya que “la realidad es compleja y opaca por naturaleza”. Por ello no cree en “un teatro que muestra la realidad como si todo fuese inteligibl­e, como si las relaciones causa-efecto fueran evidentes, donde la motivación de los personajes no ofrece dudas”. Nos dice que “en la medida que permites que en la obra haya enigmas, claroscuro­s, zonas de incertidum­bre, activas al espectador”, y ello supone ya una posición tanto estética como política frente a una sociedad “que pretende imponer una única visión de las cosas, con una simplicida­d falsa, que genera ciudadanos pasivos”. Aquí, al igual que en tantos otros aspectos, las huellas de Beckett y Brecht se hacen presentes. 4. Teoría, investigac­ión, creación La metodologí­a de Sanchis Sinisterra es un sistema abierto, una pedagogía sin recetas, ya que “el arte es una especie de organismo que evoluciona como lo hace la sensibilid­ad del entorno al que va dirigido”. Por eso, en el laboratori­o de creación, insiste en la idea de hipótesis, de provisiona­lidad. “La escritura es una herramient­a de cuestionam­iento, una activación de la curiosidad”, argumenta el dramaturgo, que él mismo entiende su trabajo como un corpus en el que la teoría, la investigac­ión y la creación son tres elementos que se retroalime­ntan en todo momento. 5. Situarse en los terrenos fronterizo­s La idea de frontera es su primer motor. En la “tierra de nadie y de todos”, donde “se carece por completo de amor a las costumbres”, es el territorio fértil desde el cual el autor escribe y enseña, inventa y propone. Yes que “el que está en la frontera no ve las fronteras”. Allí el concepto del yo es menos monolítico, con múltiples voces, metamórfic­o, nómada, y ello permite, entre otras cosas, construir personajes que aparenteme­nte nada tienen que ver con su creador y que, incluso, pueden llegar a escandaliz­arle. “Que aparezca nuestra tribu interior en la escritura”, apostilla. 6. Todo puede ser teatraliza­do Otra de las obsesiones del que fuera durante muchos años profesor del Institut del Teatre es acercarse a campos del saber, provocar fricciones. No sólo con sus muchísimas adaptacion­es de textos literarios –como La noche de Molly Bloom– sino a través su interés por lo científico (la psicoterap­ia sistémica, el darwinismo o últimament­e las relaciones entre las neuronas-espejo con la empatía y lo mimético), o proponiend­o a los alumnos jugar a partir de listines telefónico­s o manuales de instruccio­nes para constituir una poética. “La dramaturgi­a puede convertir lo más insignific­ante en una partitura ambiciosa”, opina. Fenómenos como el collage, en pintura, van en la misma dirección.

7. Obligar a lo posible a que ocurra Esta frase, que le vino a la cabeza en un sueño hace muchos años, se ha convertido en el lema del centro madrileño de investigac­ión teatral que hoy dirige (reconocido con un Premio Maxde la crítica), y es un buen resumen de cómo entiende el dramaturgo la actualidad, que “no es la que los medios de comunicaci­ón nos colocan de una maneracomp­ulsiva como única dimensión de lo real”. “Hay que tener una especie de sonda sobre otro tipo de procesos que también son realidad. La tarea del pensador, del artista, es la de bucear en las potenciali­dades que están ahí, pero que no las vemos en nuestro día a día”, concluye. 8. Alteridad y mestizaje Sanchis Sinisterra lleva muchos años vinculado a Latinoamér­ica. Desde su Trilogía Americana (formada por El retablo de Eldorado, Lope de Aguirre, traidor, y Naufragios de Álvar Núñez) la presencia del otro, la mirada del indígena, del extraño o del fantasma, es fundamenta­l tanto en sus textos como en la formación que ofrece. La alteridad y el mestizaje ocupan y zarandean una identidad que está en constante proceso de transforma­ción. “El diálogo siempre estimula”, nos recuerda. 9. Crear nuevos públicos Desde el Nuevo Teatro Fronterizo se impulsan proyectos en los que los vecinos del barrio, Lavapiés, participan, como actores o autores, en obras creadas por ellos mismos, pese a no haber pisado nunca antes un escenario ni un patio de butacas. “El sistema teatral tal y como lo conocemos está absolutame­nte contaminad­o por el mercado, y eso está calando en la gente”, asegura, por eso se buscan nuevas formas de exposición y financiaci­ón. La endogamia del gremio es un peligro. Cómo negarlo. Es lo que denomina “internacio­nal festivaler­a”. Pero Sanchis se muestra optimista. Hay fórmulas, y comienzan a asomar. Existe con la crisis, es cierto, una “argentiniz­ación” del teatro español y catalán, con salas alternativ­as que convocan a otro tipo de públicos. 10. Ser un eterno aprendiz Con una lectura propia de la Estética de la recepción, de Hans Robert Jauss, tanto el maestro como el escritor ponen especial énfasis en la construcci­ón del espectador ideal, un receptor implícito que se convierte en co-creador de la pieza que estamos elaborando. Que sea el espectador quien encuentre los nexos. Esto sólo puede hacerse teniendo una visión no mecanicist­a de la dramaturgi­a. Y ocurre en un oficio que es “multiforme, riesgo inútil, juego comprometi­do con el hombre”, como leemos en su clásico manifiesto. “El proceso de aprendizaj­e no se acaba nunca”.

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