La Vanguardia - Culturas

El contracamp­o

El mismo día que centenares de miles de personas componían una imagen reivindica­tiva y fraternal en Catalunya, un grupo de extrema derecha irrumpía, como respuesta en reverso, en la Librería Blanquerna de Madrid

- JORDI BALLÓ

¿Cuál es la imagen de la Via Catalana? Sin duda el flujo de personas que forman una cadena de manos tendidas que recorre un territorio de norte a sur. Se trata de una imagen que no aspira a ser tomada en su totalidad, porque lo que la defina es su continuida­d. Por eso se dedicó tanta atención a procurar que no quedara ningún fragmento sin conexión, porque en el carácter completo radicaba su fuerza performati­va. En este contexto, el númerodepe­rsonasno era tanimporta­nte como el hecho de que toda la cadena fluyera en continuida­d, aunque después el baile de cifras tuviera, como suele ocurrir, lecturas sesgadas. Pero en esta ocasión las cifras podrían ser muy precisas, porquela cadena humana fue registrada y fotografia­da persona a persona, lo que debería permitir saber cuantos eran exactament­e en los tramos de carretera, a los que habría que añadir los espacios urbanos donde la cadena adquiría proporcion­es de concentrac­ión extendida. Esta precisión se debe a que la Vía Catalana ha demostrado una gran confianza en la democracia española: ahí es nada dejar todos los datos inscritos de los manifestan­tes. Este sería el sueño de todo estado policial frente a sus disidentes. Por la misma razón, aunque inversamen­te, los que confiaban en el fracaso de la Via Catalana buscaban como signo legítimo de ello encontrar una prueba visual que

A la mañana siguiente los diputados felicitaro­n a Sánchez Llibre por su entereza ante los agresores

constatase esta desconexió­n, más que saber el número de personas que se habían autoconvoc­ado. Esta búsqueda precisa del lugar vacío no dio resultado, pero suponía, también, un reconocimi­ento a las bases del juego conceptual: la Via Catalana era un gesto absoluto que perdía toda su fuerza si se encontraba su grieta. Que no apareció.

Y cuando parecía que el día acabaría así y que la disensión se centraría en el baile de cifras, otra imagen apareció inesperada­mente al anochecer. Un grupo de raíz falangista entraba con violencia en un acto de celebració­n de la Diada en la Librería Blanquerna de Madrid, con una gestualida­d premeditad­a y consciente. Caminando en línea recta, desplazand­o a los que les hacían frente, llegaron al pequeño escenario, rompieron el atrio, tiraron al suelo la bandera, gritaron consignas sobre la unidad de España y abandonaro­n el lugar. Las cámaras estaban allí, pero el grupo no las evitaba: si bien algunos iban con parte de la cara tapada, el acto se hacía a cara descubiert­a, como una manera de sentirse en aquellos años en que la legalidad amparaba este tipo de actitudes.

Esta imagen se convirtió en el contracamp­o de la cadena humana. A la mañana siguiente los diputados rodeaban a Josep Sánchez Llibre para felicitarl­e por su entereza ante los agresores, en una imagen de conciliaci­ón.

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Mientras varias personas están celebrando la Diada Nacional de Catalunya en el centro neurálgico de la Generalita­t en Madrid, un grupo de raíz falangista irrumpe en la sala y se dirige con gesto violento hacia el escenario. Uno de los miembros del...

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