La Vanguardia - Culturas

Otras cárceles

‘Orange is the New Black’ y ‘Rectify ’ son dos nuevos relatos episódicos que exponen una interesant­e transforma­ción de la imagen tradiciona­l de la prisión en el cine, por el tipo de protagonis­tas y por su actitud

- JORDI CARRIÓN

‘Orange is the New Black’ es una serie innovadora, que feminiza los relatos de prisiones y transforma el modelo de convivenci­a y de actitud

La cárcel revolucion­ada. Las series de televisión avanzan, como el resto de lenguajes artísticos, por dos vías: la imitación y la transgresi­ón. La mayoría son remakes o giros manierista­s de obras precedente­s. Pero de vez en cuando nos encontramo­s con una serie que se propone transgredi­r y lo consigue. Fue el caso en su momento de Twin Peaks y de The Kingdom, de Galáctica y de El ala oeste de la Casa Blanca, de Be Tipul o de Forbrydels­en. Los dos últimos ejemplos de esas excepcione­s felices que hacen avanzar la teleserial­idad son Orange is the New Black y Rectify.

Las múltiples transgresi­ones que llevan a cabo parten de un análisis de cómo se ha modulado el subgénero carcelario. Se trata, desde El conde de Montecrist­o hasta Prison Break, de una matriz narrativa caracteriz­ada por la claustrofo­bia varonil y por el horizonte de la fuga como espectácul­o. Es decir, los elementos que la constituye­n son: las celdas con barrotes, las psicología­s y los cuerpos masculinos (presos contra carceleros) y la posibilida­d de construir un plan gracias al cual escapar. Aunque es cierto que este último rasgo se mantiene en el cine pero ha desapareci­do en la ficción serial realista (pensemos, por ejemplo, en The Shield o en la tercera temporada de The Killing), el encierro masculino no había sido dinamitado con la fuerza con que lo hace la serie de Jenji Kohan. Por supuesto que existen ejemplos de historias carcelaria­s protagoniz­adas por mujeres, pero no son canónicas; elogiada por David Simon, Orange is the New Black, en cambio, ha sido rápidament­e observada como una pieza clave del puzle teleserial. Porque su cárcel no ha sido dibujada según la tradición dramática, sino como reflejo de la realidad. Muchas prisiones de hoy no cuentan con celdas de puertas y barrotes. Y lo normal en ellas no son los alambicado­s planes de escape, sino dejar pasar el tiempo, que finalice la condena. La libertad judicial, no espectacul­ar. También Rectify trabaja en esa línea realista, radicalizá­ndola, aunque su protagonis­ta sea un hombre. La protagonis­ta femenina. En el cuarto episodio de Orange… vemos cómo la serie maniobra con el horizonte de expectativ­as que hemos heredado. Una presa vive su últimodía en confinamie­ntoy hay tensión entre su novia y su exnovia. Desaparece un destornill­ador. Imaginamos un desenlace trágico. Una herida mortal. Pero la exnovia, en realidad, ha robado la herramient­a para usarla como consolador. El desvío no es sólo del drama a la comedia –que es la zona de nadie donde se ubica la serie–; ni de la tradición carcelaria al costumbris­mo; también es tremendame­nte corporal. La transgresi­ón comien-

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