La Vanguardia - Culturas

Mis terrores favoritos

- ENRIQUE TURPIN

Siempre hay que celebrar la llegada de una nueva colección a los estantes de las librerías. La editorial Edhasa inicia la andadura de Tusitala, que toma el nombre del apodo con el que era conocido Robert Louis Stevenson en su retiro en los Mares del Sur, “el contador de historias”. El váter de Onetti es la primera novela de Juan Tallón (Orense, 1975) que llega al público de lengua castellana. Él mismo se ha encargado de traducirla del gallego –reescribir­la, más bien–, y el resultado no podía ser más satisfacto­rio. Si algo destaca en la historia que ha imaginado Tallón no es su peripecia, un tanto desarticul­ada y por momentos inverosími­l, sino la voz que pone en pie el entramado de anécdotas, reflexione­s, apuntes varios y andanzas del narrador protagonis­ta durante los meses que pasa en Madrid para ejercer el periodismo, tras dos años de sequía imaginativ­a en su Galicia natal.

Desde el primer instante, el lector se topa con una voz sentencios­a, con gusto por la frase inapelable, rotunda, con las ideas bien claras, por más que caiga a veces en bizarrías forzadas. Se trata de un narrador culto, escritor para más señas, de esa estirpe que siente que en su destino está escribir la gran novela de su tiempo, pero sobre todo, de los que piensan que ha de escribirse lo que uno desearía leer. Y en esa novela ideal que se va creando por momentos, como un interesant­e ejercicio de metana- rrativa en que se cuenta la intrahisto­ria de la historia, caben tanto los terrores favoritos del narrador comolas pasiones ideales de ese álter ego del propio Juan Tallón. Por las páginas de la novela aparecen Enrique Vila-Matas, Ricardo Piglia, César Aira, Michel Lafon, Jorge Luis Borges o Javier Marías, así como toda una nómina de gentes vinculadas de un modo u otro al negocio literario. Lo del váter de Onetti, el mismo que un día estuvo en la casa madrileña del Cervantes uruguayo, sirve de excusa para hacer avanzar la acción, que se mueve hacia delante por simple acumulació­n de anécdotas y citas, a menudo apócrifas. De todo ello se desprende un sentido lúdico de lo literario, donde la ironía se combina con la creencia en la responsabi­lidad del escritor hacia lo que aborda. En ese doble juego se encuentra el verdadero placer de la novela, que además esconde un atraco perfecto en su interior. Este Tallón es todo un hallazgo.

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ROSER VILALLONGA Juan Tallón

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