“Internet es el equivalente social del Prozac”
El sociólogo Rendueles argumenta contra la creencia de que las redes sociales van a solucionar los conflictos de la modernidad
César Rendueles es doctor en Filosofía (se licenció con una tesis sobre Marx) y profesor de Sociología en la Universidad Complutense. En su último libro, Sociofobia, afirmaque las redes sociales no han sido capaces de solucionar el problema de la fragilización del vínculo social que arrastramos desde la modernidad, así como tampoco han sabido poner freno a la deriva de la fragmentación de la identidad personal posmoderna.
Es justo lo contrario de lo que nos dice la utopía cibernética, la así llamada ideología californiana y contra la que arremete Rendueles. Una doctrina que contempla las redes sociales con euforia acrítica y que afirma que las tecnologías de la información son beneficiosas en tanto que incrementan y depuran los vínculos sociales. Sí, les contesta Rendueles, pero esto a costa de reducir nuestro horizonte de expectativas en relación a lo que significa hoy el concepto de sociabilidad. En otras palabras, que esa ortopedia tecnológica digital no amplía el ámbito social sino que nos ofrece una realidad social disminuida; abundante, sí, pero endeble. A este furor tecnológico lo llama Rendueles ciberfetichismo.
“Es cierto que las redes están generando cambios culturales”, explica el sociólogo en entrevista con Cultura/s, “pero muchos de ellos forman parte de un continuo de transformaciones que se remontan muyatrás”. Tanto como hasta el siglo XVIII, cuando comenzó a pensarse la fraternidad natural como destructora de las bases racionales de la sociedad, y Bentham propuso su utilitarismo (“la mayor felicidad para el mayor número de personas”) y Montesquieu la idea del dulce comercio (un modo de atemperar las diferencias políticas e ideológicas).
Internet habría contribuido a amplificar este proceso, cuya aceleración irremediable se produjo en el momento en que el neoliberalismo “dinamitó en todo el mundo tanto los restos de compromisos sociales tradicionales como los instrumentos de intervención política de los que se había dotado la mo-
La red no ha revertido el proceso de fragilización, “sólo hace que nos importe menos”, dice el autor
dernidad para resistir el maelstrom mercantil”. Dice Rendueles que la red no ha revertido este proceso de fragilización, “sólo hace que nos importe menos” y así “es el equivalente social del Prozac”.
Una de las claves de este tipo de sociabilidad digital basada en la idea de la libertad simultánea (que no sucede en común, sino a la vez) sobre la que se llama la atención en Sociofobia, reside en un cierto arquetipo altruista denominado el comercio del don. Lo explica así Rendueles: “Internet ha conseguido exacerbar una comprensión de las motivaciones personales muy característica del consumismo”.
“Nos hemos acostumbrado”, prosigue el sociólogo, “a entendernos en virtud de nuestras preferencias, ya sean nuestros gustos estéticos o nuestro estilo de vida. Hasta cuando somos altruistas creemos que esas acciones tienen que reportarnos algo, ya sea satisfacción, paz interior o prestigio”. El resultado es que “ahora podemos ser consumistas incluso sin comprar ni vender nada”. Hoy el consumismo ya noesun mododeentender el mundo, como pensaba Walter Benjamin, sino un modo de estar en el mundo: representa la sensibilidad de la sociedad moderna.
Así, internet se fundamenta en una ideología neoliberal (velada, en virtud de este coasumo sin dinero) y funciona como sustituto epidérmico de la emancipación, cuyos “efectos terriblemente impositivos quedan ocultos a través de la fragmentación del proceso de decisión”. Como afirma el sociólogo Richard Sennett, estos usos sociales cibernéticos corroen la personalidad, la subjetividad. Por eso tendríamos que aspirar a construir un nuevo modelo de red, basado en “ese valor republicano llamado fraternidad del que habla Toni Domènech”, nos dice Rendueles.
Para este propósito es clave la idea de la co-dependencia, el cuidado mutuo, que “subvierte nuestro hedonismo consumista sin cuestionar cierto individualismo ético que me parece irrenunciable”, nos escribe el profesor Rendueles via mail. Al egoísmo se le ha de oponer el compromiso con los demás. El cuidado es un rasgo antropológico esencial y la ética del cuidado es fecundamente política, en el sentido de que nos obliga a asumir las normas que nos convierten en personas que pueden aspirar a ser de otra manera y, en ocasiones, sólo pueden hacerlo conjuntamente.
“A diferencia de las comunidades tradicionales, el cuidado es muy modulable y creo –dice Rendueles– que razonablemente compatible con la forma de vida característica de las sociedades complejas”. La emancipación y la igualdad, la libre realización en común de nuestras capacidades no se puede desvincular del mutuo cuidado de nuestras debilidades. La democracia tiene que ver con los compromisos que nos constituyen como individuos y su base “es la idea de que no hay expertos morales, cualquier ser humano dispone de todas las capacidades que necesita para participar en la asamblea de iguales”. Además, certifica Rendueles: “Es que sencillamente no podemos sobrevivir sin la ayuda de los demás”.