Antonio Vilanova: la letra y el espíritu
Recuerdo de un ensayista, profesor y sobre todo crítico que marcó época, un integrante de la gran generación de Néstor Luján y Joan Perucho
Néstor Luján, Joan Perucho, Nani Valls, Francisco J. Mayans, Antonio Vilanova… son personalidades barcelonesas que pertenecen a la misma generación y a los mismos ambientes. Vilanova (1923-2008), tras unos pasos perdidos adolescentes y juveniles de vocación creadora (prosa y poesía, en catalán y castellano) dedicó parte de sus trabajos y sus días a la crítica literaria, sobre todo tras iniciar en el curso 46-47 su dilatada andadura de profesor universitario, que, al menos hasta 1959 estuvo vinculada a la asignatura “Historia de la literatura Española y sus relaciones con la Universal”, que no sólo es una asignatura, sino un método. Diría más, una vocación intelectual, que nos ha inculcado a todos los que hemos sido sus discípulos.
Precisamente en las impagables revistas universitarias, Alerta y Estilo (1942-45) publicó sus primeros artículos de crítica literaria. Su gran amigo Luján perfilaba a Vilanova en una rara y exquisita publicación de 1944 con estas palabras: “Está saliendo a cazar en el campo de la literatura con gran aparato de montería. Va para caza mayor y todos esperamos de él un buen botín”. No se equivocó. Tras el período del servicio militar, de sus aprendizajes a la vera del maestro Martín de Riquer, y al mismo tiempo que cerraba su espléndida tesis doctoral sobre Góngora, Vilanova inicia su colaboración en el semanario Destino en 1950.
Los trabajos en Destino se extienden desde el 4/III/1950 al 9/IV/1966. Tienen dos etapas: la que va hasta 1960 en la sección “La letra y el espíritu” y la que se inicia en febrero del 62 bajo el marbete “Literatura y sociedad”. En las columnasde Destino Vilanova combinará las que venían siendo sus tres direcciones de trabajo intelectual: la literatura española, la catalana y la comparada, puente de plata para su interés por las letras universales, que su epistolario certifica con cierto orgullo e incluso inmodestia.
Lector impenitente, habría de escuchar de boca de Josep Pla en el verano del 50 (llevaba tan sólo unas semanas en Destino): “En sap vostè d’escriure. Sí, en sap! M’agraden els seus articles. Jo no sabia que a vostè li agradés escriure. En pensava que només llegia”.
La letra, la palabra, no encierra el significado de un texto, sino que desde ella se instaura un proceso espiritual que va más allá
Investigador tenaz y de una curiosidad oceánica, al celebrar el VI Centenario del nacimiento de Bernat Metge, Salvador Espriu acude al acto de presentación de las rra el significado de un texto, sino que desde ella, se instaura un proceso espiritual que va más allá del medio lingüístico, constituyéndose en el meollo de toda interpreta-