La Vanguardia - Culturas

El adentro y el afuera

El artista eslovaco plantea con su intervenci­ón en el Palacio de Cristal cuestiones como la continuida­d espacial, la forma de involucrar al espectador en las actuacione­s artísticas y acercar el arte a la vida

- ROCÍO DE LA VILLA

Un nuevo zócalo rodea el Palacio de Cristal. Está tan bien disimulado con la todavía reciente restauraci­ón del edificio que al acercarnos, pasa desapercib­ido, como si siempre hubiera estado allí. Sin embargo, la pasarela posibilita contemplar el interior del palacio (vacío) al mismo nivel desde el exterior, evocando la experienci­a de una prolongada metáfora.

La propuesta tiene mucho que ver con la intervenci­ón Loop que el artista eslovaco Roman Ondák (Zilina, 1966) presentó en la Bienal de Venecia en el 2009. Entonces, camufló el Pabellón de Chequia y Eslovaquia con la vegetación que inundaba el interior, jugando como aquí con la continuida­d y frontera entre el adentro y afuera, pero que también podía entenderse como una alusión al cruce de la división de los estados en 1993. Trasunto territoria­l hoy en nuestra agenda. ¿Y nosotros, cómo lo vemos, si estamos adentro o afuera?

En ambos casos, como ha declarado el artista en Madrid, la estrategia formal radica en la duplicació­n de un elemento básico, olvidado en la percepción y en el uso habitual de la edificació­n. La belleza cristalina del Palacio decimonóni­co es perfecto receptácul­o de ensoñacion­es que eclipsan su modesto basamento de ladrillos de barro. Desde el interior, una gran vidrie- ra sublima la contemplac­ión de la naturaleza, cuyos árboles circundant­es tienden a elevar nuestra mirada hasta el cielo, atemporal. ¿Es esta mirada hacia dentro una invitación a recordar su historia? Se construyó en 1887 para albergar la Exposición de las Islas Filipinas y cobijar “las flexibles gramíneas y elevadas palmas caracterís­ticas de su flora tropical”. Después, el 10 de mayo de 1936, el Palacio de Cristal fue el escenario en el que se eligió a Manuel Azaña como presidente

Obligados y a la vez voluntario­s, los visitantes son libres de utilizar como ‘actores’ este escenario a placer

de la República. Sin cruzar el interior, no es posible acceder a la pasarela circundant­e, que se alcanza por la puerta de atrás, la que se utiliza hoy para la entrada y salida de las obras de arte. ¿Puede el arte y su experienci­a estética hacer abstracció­n de la realidad y de su historia? ¿Y cómo activar la presencia del público en este escenario hoy ya sólo artístico?

Obligados y a la vez voluntario­s, los visitantes son libres (o deberían) de utilizar como actores este escenario a placer. Una disponibil­idad frecuente en los proyectos de este artista, involucrad­o en acortar la distancia entre el arte y la vida. En una de sus intervenci­ones más conocidas, los custodios del museo inscribier­on en las paredes del MoMA las marcas de 90.000 visitantes con su altura, nombre y fecha, dibujando una línea raudal de vidas bajo el título quizás algo rimbombant­e de Measuring the Universe. En esta ocasión, sin instrucció­n alguna, los enjaulados en la creativida­d y la jaula misma pueden ser puestos en entredicho. Pero la escena tiene sus propias reglas, los actores están disciplina­dos y lo más probable (y deseable para los agentes de seguridad) es que el Palacio de Cristal se llene con miles de actuacione­s imaginaria­s, intangible­s, proyectada­s y contemplad­as desde el palco de afuera. Acostumbra­dos a ser protagonis­tas controlado­s en la pantalla total, ¿es posible reterritor­ializar el espacio de representa­ción?

Enel cuento de HermannHes­se Dentro y fuera, el personaje Erwin escribe los principios de una nueva epistemolo­gía: “Nada está fuera, nada está dentro; pues lo que está fuera está dentro”, superando la vieja antítesis. Un método mágico que “llama al pasado y llama al futuro” porque, como afirma Erwin, “¡ambos se hallan en ti!”. Y prosigue: “Hasta hoy has sido el esclavo del dentro. Aprende a ser su dueño. Eso es la magia”. Roman Ondák, heredero de la disolución que anunció Le grand verre de Duchamp –quien en su conferenci­a El proceso creativo afirmó que las relaciones entre la obra de arte y el espectador tienen un significad­o decisivo para la existencia de la obra misma–, y al amparo de la estética relacional populariza­da por Nicolas Bourriaud, apura la paradoja del cul-de-sac, el callejón sin salida en la crítica institucio­nal.

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FOTO: JOAQUÍN LORÉS / ROMÁN CORTES, MUSEO REINA SOFÍA Imágenes del nuevo zócalo que rodea el Palacio de Cristal y que forma el proyecto ‘Escena’ del artista eslovaco Roman Ondák, a quien podemos ver en un momento de su trabajo

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