Vivir sobre el agua
Parecía que la vida flotante era signo de precariedad, ahora se convierte también en un gesto de distinción, con proyectos utópicos
Hace algo más de un año, Cristina tuvo un problema de liquidez que solucionó alquilando su piso en Barcelona y comprando una vieja motora en el puerto del Garraf. Tras acondicionarla, la ha convertido en su nuevo hogar que, asegura, “tiene la mejor terraza del mundo”. Residir en una embarcación es un recurso cada vez más habitual en ciudades como Londres, Amsterdam y, recientemente, Barcelona, pero el vivir a flote tiene una larga tradición en la historia humana. Los bajaut laut o nómadas del mar son una tribu que habita en el Pacífico, en cabañas sobre postes o en barcazas de las que casi no descienden, ya que se marean en tierra firme. También en Asia, los tankas o gente del barco viven en juncos en la costa del sur de China, Hong Kong y Macao.
En general, el residir sobre el agua ha tenido un componente de precariedad. Sin embargo, hoy la tendencia es la exclusividad. Los resorts de lujo sobre arrecifes de coral y proyectos faraónicos, como las islas artificiales con forma de palmera de Dubái son una muestra de que el mar se está convirtiendo en un territorio apetecible para la especulación inmobiliaria.
Pero el construir sobre el agua también está impulsado por necesidades urgentes, como el crecimiento urbano y el aumento del nivel de los mares. Se calcula que en el 2050, el 70% de la población mundial vivirá en ciudades y el 90% de las ciudades más pobladas estarán en zonas costeras. Esta coyuntura ha hecho que algunos arquitectos afronten este tema desde una perspectiva más social. Como el holandés Koen Olthuis, de Water studio. NL., autor de las City Apps: núcleos flotantes de viviendas (públicas y privadas), que ya se están construyendo en Westland, cerca de La Haya. El arquitecto participa en un ambicioso proyecto de la fir- ma Dutch Docklands (“líder global en promociones flotantes”) y el gobierno de las Islas Maldivas: desarrollar 800 hectáreas de mar con apartamentos, hoteles y un campo de golf. El proyecto, aseguran, viene impulsado tanto para luchar contra los efectos del cambio climático como para estimular la economía. Barcelona también tiene sus propuestas sobre agua. BC Architects diseñó en 1992 la Isla Verde: una unidad urbana autosuficiente con 202 viviendas bioclimáticas. El proyecto sigue siendo una utopía, como parece que va a serlo otra reciente iniciativa, menos discreta: Isla Barcelona, la isla artificial más grande de Europa, jalonada, entre otros, por un inmenso hotel de cinco estrellas.