Once años, unverano
El mérito principal de Lo que no aprendí, deMargarita García Robayo (Cartagena, Colombia, 1980), es que, a pesar de abordar un tema tan socorrido como los descubrimientos de una niña de once años que un verano empieza a intuir algunas de las normas ocultas que rigen el funcionamiento de su familia, logra hacerlo con una narración que consigue conmover y sorprender.
Su experiencia como autora de cuentos se hace evidente en la creación de atmósferas ricas a partir de unas pocas imágenes eficaces y elocuentes. El desenfado y la desnudez de su prosa abren paso a la ironía y el humor que afloran del encontronazo entre la realidad de la Colombia de principios de los noventa con la ingenuidad y los sueños tan sólo intuídos de una preadolescente. La promulgación de la Constitución, Pablo Escobar, los guapos de telenovela, los principios básicos de las ciencias ocultas y Dinastía comparten espacio en el universo simbólico de Caty, la protagonista. Pocos defectos se encuentran en la primera parte de la novela, como tampoco se percibe por parte de la autora ningún intento de engaño: la narración resulta muy genuina y se recibe no como una confidencia, sino como un ejercicio de honesta búsqueda. Tanto es así que el exceso de justificaciones de la segunda parte atenúa el brillo de la primera.
Para redondear el relato, a los recuerdos infantiles se añade una suerte de making of donde la autora argumenta su necesidad de escribir esta novela aún a sabiendas del riesgo de hartazgo que se corre al ofrecer un libro más sobre la familia o sobre la figura del padre. Pero es, precisamente, en esta parte donde se hace más evidente la búsqueda de sí misma que lleva a cabo la autora-narradora en un retrato que la presenta como una joven culta, lejos de un entorno familiar en el que nunca se ha sentido cómoda. La herida que se descubre ya a las puertas de la madurez introduce nuevos elementos para la interpretación de la historia de la púber que un verano descubre a las afueras de la fascinante Cartagena de Indias las verdaderas razones del prestigio social de su padre, juez retirado y destacado miembro de una secta masónica. Así, cada nueva revelación se convierte en un obstáculo cuando se pretende aprender a construir el relato de la propia identidad.