Uncírculo en la arena
Magnífica obra póstuma del italiano Antonio Tabucchi, escrita a lo largo de varios años en siete cuadernos escolares
Suelo echarme a temblar cuando tras la muerte de un buen escritor, se anuncia la aparición de algún inédito suyo. Guardo un recuerdo particularmente penoso de El original de Laura, de Vladimir Nabokov, las notas de una novela apenas esbozada que el autor ruso había decidido que fuesen destruidas y finalmente, mucho tiempo después, su hijo Dimitri aceptó que se publicaran. Sin embargo, toda regla lleva implícita su excepción. Quiero escribir hoy sobre una magnífica obra póstuma del narrador italiano Antonio Tabucchi (Vecchiano, 1943-Lisboa, 2012) titulada Para Isabel. Un mandala (2013) recién traducida y que –debo admitirlo ya de entrada–meha deslumbrado. Para quien esté familiarizado con la extensa bibliografía de Tabucchi, prácticamente toda ella vertida al castellano y al catalán, la lectura de Para Isabel no sólo no le ha de provocar sorpresa alguna sino que verá cómo esa pieza última encaja a la perfección en el singular paisaje de su literatura.
He aquí el único interrogante que me planteo: ¿por qué Tabucchi no publicó esa novela en vida? Al final del volumen los editores italianos (María José de Lancastre y Carlo Feltrinelli) confirman que el libro no tiene el imprimatur de Antonio Tabucchi y describen brevemente su génesis: lo escribió a lo largo de varios años en siete cuadernos escolares y lo dictó íntegramente en su ciudad natal, Vecchiano, en 1996; luego parece como si su ajetreada vida le hubiera llevado a olvidarse del original hasta que quiso releerlo en el verano del 2011, tal vez pensando en la edición, pero aquel otoño enfermó de gravedad. Lo importante es que al ser editada en el 2013 la novela que ahora leemos, perfectamente armada, funcionaba como un mecanismo de precisión. Más
Si Tabucchi lo viera sentiría el cosquilleo del artista ante la obra que no traiciona sus planteamientos
aún: intuyo que el texto, uno de los más poéticos de Tabucchi –quizá comparable a sus para mí extraordinarios Réquiem y Nocturno hindú–, responde sin mácula a lo que el autor pretendió que fuera. Quiero pensar que de haber podido verlo impreso hubiera experimentado el cosquilleo hondo e intraducible del artista ante la obra que no traiciona sus planteamientos.
Eneste sentidomeresulta entrañable la página y media de justificación de la aventura en la que nos introduce, después de “pasados los cincuenta años y de haber publicado tantos libros”. Pero el lector sabe que este es el último, que por tanto es único, y desde esta certeza nos adentramos en el laberinto de los nueve círculos –a la manera de un mandala– en los que Tadeus, un personaje familiar a los lectores de Tabucchi, se entrega a la búsqueda de Isabel, otra criatura extraída de su imaginería literaria, que desapareció mucho antes en el sórdido Portugal de la dictadura salazarista. En esa indesmayable pesquisa Tadeus se desplaza de Lisboa hasta la costa ligur pasando por Macao y los Alpes suizos, inducido por aquellos que conocieron a Isabel y a través del tiem-
Nos adentramos en el laberinto de los nueve círculos en los que Tadeus se entrega a la búsqueda de Isabel
po real, la reflexión metafísica y las visiones metafóricas. El libro, un ejercicio de libertad creadora, transpira frescor juvenil, y, en contrapartida, la madurez de quien ha vivido lo bastante para alcanzar el