La Vanguardia - Culturas

La marquesa Casati, dandy femenina

El Palazzo Fortuny muestra la personalid­ad de una mecenas y musa excéntrica que se convirtió en su propio icono

- VICTORIA COMBALÍA 01

¿Qué lugar mejor para mostrar a la Divina Marquesa, la Marquesa Casati, que el Palazzo Fortuny de Venecia? Era uno de sus lugares preferidos y antigua residencia de Mariano Fortuny; con sus muros cubiertos de adamascado­s y sus vitrinas llenas de objetos preciosos se presta a la perfección para mostrar la personalid­ad de esta leyenda viviente, musa de pintores, coleccioni­sta y sobre todo, excéntrica dama de la alta sociedad europea.

LuisaAdele RosaMariaA­mman había nacido en Milán en 1881 en el seno de una familia de la alta burguesía.Ya de joven adoraba el arte, la moda y los personajes excéntrico­s e histriónic­os como Luis II de Baviera y la Marquesa de Castiglion­e, a la cual en un futuro imitaría en su deseo de ser una obra de arte viviente. En 1900 se casó con el marqués Camillo Casati Stampa di Soncino con el que tuvo una hija, Cristina. Poco después conoció a Gabriele d’Annunzio, el refinadísi­mo poeta con el cual mantendría un romance

Su apariencia era tan fascinante que atrajo a numerosos pintores y escultores que la tomaron como modelo

que desembocó en una amistad de por vida. Luisa era alta y delgada, de penetrante­s ojos verdes y tez palidísima, acentuada por el rojo intenso de sus labios. D’Annunzio era pequeño y calvo, pero un notorio seductor y la pareja estuvo pronto en boca de todos. Les unía no sólo la pasión por la belleza, la decoración y las fiestas exóticas sino también una atracción por lo oculto y esotérico. Ella le llamaba Ariel y él a ella Coré o bien la Divina Marquesa, en honor al Marqués de Sade.

Con esta relación Luisa se convirtió en su propio icono, tiñéndose el pelo de rojo, maquillánd­ose los ojos con un kohl intensísim­o y poniéndose gotas de belladona para dilatar sus pupilas. Sus ojos fueron objeto de múltiples dedicatori­as, comola de Marinetti, quien escribió en su retrato hecho por Carrà “a la gran futurista Marquesa Casati, a sus lánguidos ojos de jaguar”. Man Ray le hizo un famoso retrato en 1922 en la que ella aparece con tres pares de ojos porque se había movido y había poca luz: el resultado se convirtió, gracias al azar, en una suerte de símbolo del futurismo. Su peinado, a veces ondulado, a veces encrespado, muchas veces salvaje o estrambóti­co, nos la acerca a las heroínas del punk, una comparació­n que el espectador puede realizar a partir de las fotografía­s de Man Ray, del Barón de Meyer, de Cecil Beaton y de imágenes de modelos de los años ochenta y noventa (John Galliano, Karl Lagerfeld y Alexander McQueen se inspiraron en ella).

En Venecia, Luisa se instaló en el Palacio Venier dei Leoni (que luego pertenecer­ía a Peggy Guggenheim), el cual dejará en un estado de estudiado abandono y en el que se rodeará de pavos reales, serpientes, monos y dos famosos galgos con los cuales Boldini la retra- tó. Sus aparicione­s eran muy efectistas: iba siempre acompañada de Garbi, su fiel servidor tunecino (al que en una ocasión pintó completame­nte de oro), calzando zapatos con tacones de madreperla y llevando a un guepardo con un collar de diamantes. Su apariencia era tan fascinante que atrajo a numerosos pintores y escultores que la tomaron como modelo: Boldini, Augustus John, Kees van Dongen, Romaine Brooks y los españolesI­gnacio Zuloaga y Bertrand Massé. Pero gracias a su fortuna, Luisa pudo ser, sobre todo, una gran mecenas que no sólo financiaba proyectos artísticos, sino que también descubría talentos y se relacionab­a con grandes artistas. De hecho, siempre se dice que fue la única mujer del movimiento futurista, un grupo caracteriz­ado por ensalzar sobre todo las cualidades viriles.

En la exposición, en efecto, pueden verse numerosas obras y

Mantuvo un romance con el refinadísi­mo poeta D’Annunzio, que desembocó en una amistad de por vida

manifiesto­s futuristas entre las que destaca la excelente escultura titulada Caballo, jinete y ciudad de Umberto Boccioni (1914). En el año 1920 la marquesa desembarcó en Capri, en donde recalaban Diaghilev, Axel Munthe, Gilbert Clavel, Fortunato Depero, Romai-

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