Unaquelarre de arte en la calle
Pasando por la madrileña calle Serrano, desde el coche pueden verse las pinturas de Enrique Marty, enmarcadas en los falsos vanos del muro que rodea el Palacio Parque Florido. Las rudas pinceladas en los acrílicos contrastan con el estilo clasicista de la antigua residencia de Lázaro Galdiano (1862-1947), que fue terminada en 1909 por el arquitecto barcelonés Francisco Borrás y que sería donada a la muerte del coleccionista al Estado para convertirse en museo, cuya última remodelación en el 2004 –que ya provocó su redescubrimiento por el público especializado–, se ha visto potenciada desde la llegada a la dirección de Elena Hernando, antes al frente de la Subsecretaría de Promoción al Arte en el ministerio de Cultura, con su apertura a todos los públicos.
Actualmente, se desarrollan toda suerte de actividades: desde seminarios de arte y coleccionismo hasta cursos gratuitos de historia del arte dirigidos a personas en paro. Además, en el programa expositivo se ha primado la presentación de colecciones en diálogo con la colección de su fundador (por ejemplo, la colección María José Jove) y la intervención de artistas españoles contemporáneos intercalando obras e instalaciones, como Bernardí Roig, Mateo Maté y Miguel Ángel Blanco.
Nunca se había llegado tan lejos. Comisariada por Rafael Doctor, la exposición en plena calle de los dieciséis lienzos lleva a la radicalidad antiguas tentativas de acercar el arte a los viandantes, casi siempre con meras reproducciones. Además, la elección de Enrique Marty, conocido en sus comienzos por sus pinturas explicitando lo siniestro en el seno familiar, sugiere un distanciamiento con la zona de pudientes donde se ubica el museo para abrirse a un público más joven y desprejuiciado.
Sin embargo, estudio, cariño y respeto hacia el fundador y su colección es lo que se desprende desde las provocativas pinturas colgadas en el exterior cuando la serie, de aparente tono esperpéntico y humorístico, se examina con detenimiento. En algunas, Marty ha seguido la misma estrategia que le encargara Lázaro Galdiano a Eugenio Lucas Villamil para los techos de los salones, reuniendo en una imagen obras destacadas de la colección, como las de Goya y Las meditaciones de San Juan Bautista del Bosco. Otras son fragmentos, como el esqueleto a los pies de El Niño Jesús adorado por san Juan Bautista de Cranach.
Varias telas se dedican a la figura del coleccionista rodeado de los personajes en los numerosísimos retratos de su colección, porque tras su revisión, Marty descubrió que no existía ni un solo retrato pintado de Lázaro Galdiano. A quien también representa bajo la figuradel macho cabrío de El aquelarre de Goya, a modo de demiurgo y álter ego. Y ya en el interior, confundido entre otros, en un pequeño y decoroso retrato, cuyo reconocimiento el visitante podrá sumar a otras pinturas, acuarelas y piezas decorativas entre las 4.820 piezas distribuidas en las cuatro plantas del edificio, completando un juego que obliga a una visita atenta.
En el trabajo de Marty siempre han existido referencias a la historia del arte en su vertiente más trágica, como la imaginería del barroco español, que el artista funde en su poética con la crueldad del teatro de Artaud y el delirio clarividente nietzscheano. En esta exposición, además, el artista y escenógrafo teatral presenta tres esculturas inspiradas en el enigmático ensamblaje Étant donnés de Duchamp, a modo de interpretación plástica incidiendo en su relación con la muerte.
En estos días, a la gran intervención de Enrique Marty (Salamanca, 1969) en el Museo Lázaro Galdiano, se suma su retrospectiva en el DA2 de Salamanca y un oportuno proyecto en el Atelier Vlaams Bouwmeester de Bruselas.