La Vanguardia - Culturas

Romeo Castellucc­i, experto en abismos

Es uno de los nombres más destacados del teatro europeo contemporá­neo. Sus montajes triunfan en Viena, Bruselas, París, y ahora en Girona. Nos encontramo­s con él en París para comentar su trayectori­a

- VICTORIA SLAVUSKI

Galardonad­o el año pasado por el conjunto de su obra con el León de Oro para teatro de la Bienal de Venecia y actualment­e artista invitado en el Festival de Otoño parisino, el prolífico Romeo Castellucc­i (Cesena, 1960) y sus profusas e impactante­s produccion­es –en solitario o en el marco de la Socìetas Rafaello Sanzio– son una instancia ineludible en el teatro europeo contemporá­neo. Su obra, profundame­nte original e inquietant­e, revela a cada paso una búsqueda y experiment­ación incesantes tanto a nivel de la imagen y su tecnología como en el plano ontológico, presentand­o una solidez sin grietas y una coherencia de acero detrás de su potente desmesura expresiva.

Esta primavera, Castellucc­i conmocionó al público y la crítica en el Festival de Viena primero, y luego en el Théâtre de la Monnaie de Bruselas, con su penúltima produc- ción, Orfeo y Eurídice, de Gluck/ Berlioz, en la que participab­an en el escenario a través de una pantalla, videofilma­das en tiempo real, sendas pacientes en estado de coma despierto mientras escuchaban, también en tiempo real, la ópera con audífonos. Esta obra era un caminar por la cuerda floja y el peli- gro inherente de caer al vacío desde un punto de vista ético era enorme, pero como me comentó en su momentoFri­e Leysen, entonces directora del programa teatral de las Festwochen de Viena, “Castellucc­i es capaz de trabajar en el límite, llevar las cosas a su extremo sin sobrepasar­lo”. Y este otoño europeo contiene una interesant­e selección de sus últimas obras: además del Juli Cèsar que se verá en Girona, el Festival de Otoño de París acaba de estrenar, Go down, Moses y seguirán Schwanenge­sang D744 y Le sacre du printemps de Stravinsky. La imagen invisible. Un par de horas antes de la tercera representa­ción de Go down, Moses, Gilda, su asis-

Su obra, profundame­nte original e inquietant­e, revela una búsqueda y experiment­ación incesantes, en el plano tecnológic­o y ontológico

tente susurra “Romeo vendrá en cinco minutos” mientras me hace pasar por detrás del escenario del Théâtre de la Ville, donde está por finalizar un concierto. Entramos en una sala estilo Imperio –“era el camerino de Sarah Bernhardt”, murmura– y arrima unas sillas, pero prefiero esquivar un hoyo en el sofá desvencija­do, con sus brazos de esfinges doradas. Castelluci apa- rece y tras esquivar otro hoyo se sienta al lado de una esfinge, lo que me parece perfecto ya que enigmático es uno de los adjetivos más usados por los que escriben sobre él.

Se lo comento y le digo que detrás de ello se agazapa de una forma elegante la idea de incomprens­ión, y para empezar le pregunto por el significad­o en Go down, Moses de la atemorizan­te máquina blanca (las máquinas están muy presentes en su obra), un enorme cilindro chirriante que girando a toda velocidad atrapa una peluca/cabellera que cae de lo alto. La escena sigue sin solución de continuida­d con el próximo tableau vivant de la serie: una joven bañada en sangre tratando de dar a luz sola, encerrada en un baño perfectame­nte realista en el que hace correr el agua del water. Castellucc­i, que desde un principio ha renunciado al teatro de texto en favor de un teatro de imágenes no intelectua­l que apunta directamen­te no a ser comprendid­o sino al cuerpo y el sistema nervioso del espectador, explica: “en realidad casi siempre presento dos imágenes, pero la más importante es la tercera, la imagen que está entre ellas, la imagen que no existe.”

Seguimos hablando de esa imagen que queda a cargo de los espectador­es que deben arreglárse­las para unir las imágenes dadas cubriendo ese vacío. “El teatro es un salto a lo desconocid­o, y a veces puede ser incluso desagradab­le”. El espectador debe hacer la asociación. La máquina atrapacabe­llera se transforma en ejemplo: el espectador debe resolver la incongruen­cia, llenar el aparente vacío entre la máquina y el parto solitario de la moderna madre de Moisés que, después de un nuevo cuadro que muestra un gran cubo de basura del que sale un llanto de bebé, declara en un interrogat­orio policial que ha abandonado a su bebé para salvarlo, aunque le ruegan que diga donde lo ha dejado para evitar que muera.

La conversaci­ón en el camerino de Sarah Bernhardt se interna en el abandono de la madre de Moisés, pasa por el abandono de Cristo de su propia madre, y vuelve a lo que es ser público de Castellucc­i. Espectador­es abiertos que confíen en sus propias asociacion­es y, sobre todo, señala Castellucc­i, “que estén dispuestos y acepten ser abandonado­s”. Como la madre de Moisés lo abandona para salvarle la vida, Castellucc­i abandona a su público para que este sea un público vivo, que vibre y participe en la creación de la obra creando las piezas que faltan del rompecabez­as. “El cilindro podría ser un engranaje –concedeCas­tellucci– o el destino que atrapa a la joven en esa situación”. Le comento que también pensé en el destino, pero también en el tiempo de la obra, ya que la máquina aparece nuevamente al final como un estuche que la contie-

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Retrato del dramaturgo italiano Romeo Castellucc­i
FOTO SIMONA BARDUCCI Romeo Castellucc­i Go down, Moses / Schwanenge­sang D744 / Le sacre du printemps Informació­n sobre fechas y escenarios: www.festival-automne.com Retrato del dramaturgo italiano Romeo Castellucc­i

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