Las claves
que intenta construir una cierta normativa de lo que debe ser el cine europeo para pasar a lo que realmente sucede. La última película de Jean-Luc Godard, olvidada por todos esos galardones, se titula Adiós al lenguaje y va precisamente de eso: ¿cómo va a sobrevivir Europa ahora que todos los lenguajes ya no sirven para nada, desprestigiados por un mal uso que no es sólo gramatical sino también moral? La respuesta parece tenerla el portugués Pedro Costa, en su última película, Cavalo Dinheiro, tercera parte de la trilogía que inició con En el cuarto de Vanda y Juventud en marcha. He ahí un trabajo que es pura adrenalina visual, que se adentra en la mente de un personaje (Ventura, el protagonista de toda la serie) e intenta representar lo que allí sucede, lo que piensa, lo que recuerda, allá donde el lenguaje ya no llega pero sí la memoria y, por lo tanto, el cine. No sé si es eso lo que le queda NUEVAS MANERAS Están surgiendo nuevos modos cinematográficos de enfrentarse a la realidad europea, con los directores más radicales a la cabeza, de JeanLuc Godard a Pedro Costa. FORMAS MUTANES Ocurre, sin embargo, que el radicalismo formal ya no consiste sólo en eso, sino también en filmar las formas mutantes de una realidad que no cesa de cambiar… RUPTURAS En películas al estilo de Bird people, de Pascale Ferran, o Saint Laurent, de Bertrand Bonello, en apariencia más tradicionales, se plantea este otro tipo de rupturas. al que una vez se llamó séptimo arte, pero en el cine europeo parece cada vez más claro: en lugar de hablar, más vale sugerir; en lugar del discurso, aquel fetiche que parecía indestructible, contemplemos ahora sus ruinas.
En efecto, ahora que las fronteras se disuelven, la democracia ya no es el sólido hogar en que vivíamos, y la economía revela su carácter fantasmagórico, ¿por qué diablos se debería hablar de todo eso con estructuras sólidas, con mensajes claros? En Bird people, de Pascale Ferran, las secuencias se alargan para terminar en seco y pasar a otra cosa, la realidad se disuelve y abre camino a un exordio fantástico que podría ser otra película, la trama parece tan simple que se diría infantil, pero el conjunto ataca por varios frentes, propone una nueva forma de relato en la que las proporciones y las medidas justas no importan tanto como las sensaciones momentáneas, el placer del ca, de Thomas Mann, se hubiera convertido en un no-lugar donde el tiempo se ha suspendido quizá para siempre. En La Sapienza, los caminos que llevan de Francia a Italia y viceversa son senderos abiertos al conocimiento, del otro y del mundo, que no proporcionan certezas, pero sí vislumbres de una cierta felicidad. ¿Es a lo único que podemos aspirar?
Aniquilado el lenguaje, como diría Godard, queda un cuerpo de cosas múltiple y variopinto, casi en estado gaseoso, que ya no cabe en los grandes hangares del capitalismo, en los centros comerciales, en los reinos de la ficción familiar como el hotel de Force majeure. Una humilde película española, Pas à Génève, primer largo del colectivo lacasinegra, muestra a varios personajes vagando por un bosque suizo, con el propósito ingenuo de filmarlo absolutamente todo, cada rincón, cada árbol, cada hoja. Y mientras lo intentan, hablan sobre la situación en España, empiezan a aflorar las desavenencias. Por supuesto, no consiguen su propósito, y todo acaba difuminándose en una imagen abstracta, indefinida. Como el inconsciente abarrotado de Ventura en Cavalo Dinheiro, como el sueño de una cultura europea dominada por la sabiduría y la fraternidad en La Sapienza, este filmeda ideade un imaginario saturado que debe liberarse para volver a empezar. Mientras tanto, el perro de Godard, el de Adiós al lenguaje, chapotea feliz en el agua.