Rotterdam en el centro
El esfuerzo de una ciudad portuaria por reformular su arquitectura potenciando su zona más histórica
El 14 de mayo de 1940, noventa bombarderos alemanes arrasaron Rotterdam. El ataque fue breve, pero el fuego de las bombas incendiarias no se extinguió hasta días después. Para entonces, el centro histórico y parte de la zona este habían desaparecido: 240 hectáreas de escombros. Apenas una decena de edificios de particular solidez –elAyuntamiento, Correos, la iglesia Laurens…– quedaban en pie. Algunos barrios de la ciudad debían reconstruirse a partir de cero.
Acabada la guerra, los planificadores urbanos optaron por levantar en su periferia áreas con funciones específicas, dedicadas a vivienda, oficinas o comercio. El viejo centro de la ciudad tardaría mucho en recuperar población. De hecho, el número de viviendas sólo asciende ahora allí a 30.000, y el porcentaje de residentes en Rotterdam que tienen fijado su domicilio en ese núcleo central urbano es sólo del 5%, cuando en el resto de urbes holandesas es del 10%. Este es el motivo por el que las autoridades de la gran ciudad portuaria están promoviendo la densificación y estimulando la construcción de edificios residenciales, de todos los niveles. Y ese es también el motivo por el que, en los últimos tiem- pos, se ha asistido a una floración de nuevas arquitecturas de altura, destinadas (el 75%) a uso residencial. La preocupación es construir para atraer. Y, de paso, alejarse del modelo Amsterdam, donde una de cada siete personas es turista... Revisamos, ahora, varias de estas obras, alguna aún en construcción.
El último edificio incorporado al parque arquitectónico de Rotterdam es el Markthal, un híbrido sin precedentes en el que se combinan viviendas de distinto standing con un mercado. Obra de MVRDV, el estudio que encabezan Winy Maas, Jacob van Rijs yNathalie de Vries, Markthal dibuja en sección una u invertida, fruto de la unión de dos bloques de apartamentos por su coronamiento. El espacio que cubre este edificio es espectacular, por su volumen y por el colorido mural de motivos vegetales, florales y frutales que protege el mercado: un lienzo de Arno Khuna de 11.000 metros cuadrados, que evoca el techo de Santa Caterina, en Barcelona. Los pisos tienen a menudo vistas sobre este mercado y, también, sobre la ciudad. Pero el gesto de esta gran cubierta no es demasiado afortunado: la necesidad de colocar ascensores que suban hasta el último nivel, también la anchura requerida para habili- ran sus cuerpos. Integrada por oficinas, apartamentos y hotel, esta obra de Rem Koolhaas constituye su gran aportación a la ciudad que le vio nacer. Una aportación representada poco menos que en solitario, durante años, por su Kunsthalle (1993). La edificación de esta obra plateada, gris y negra no estuvo exenta de vicisitudes. Se demoró unos quince años, por lo que Koolhaas llegó a amenazar alAyuntamiento con abandonar su ciudad; la pugna se resolvió al fin cuando el consistorio decidió quedarse con el 80% de sus oficinas.
Es precisamente en el Wilhelmina Pier donde Rotterdam exhibe algunos de sus nuevas construcciones más espectaculares. En los años noventa, Norman Foster propuso un plan para el área, arrasándola y edificándola de nuevo, que fue desestimado. Su única contribución, finalmente, fue el edificio World Port Centre, abierto en el 2001, que no es una de sus mejores piezas, pero cuyas formas sintonizan con el carácter portuario del lugar. Aescasos metros, se han levantado torres importantes. Como el edificio Montevideo, de Mecanoo –autores de la Llotja de Lleida–, en el que destaca una estilizada torre de 43 pisos, terminada en el 2005, que combina volúmenes y colores