Todos los rostros de Bowie
No sólo ha marcado época como cantante. Su cambiante figura se ha convertido en un icono de la cultura contemporánea
Con su habitual sentido de la oportunidad, el 8 de enero del 2013 David Bowie regresaba del pasado para reclamar su lugar en el futuro. Retirado de los escenarios desde que en el 2004 fuese operado de urgencia por una arteria bloqueada, el músico que “inventó la reinvención” aprovechaba su 66.º cumpleaños para, sin previo aviso, lanzar un nuevo tema y su melancólico vídeo, realizado por el artista neoyorquino Tony Oursler. Era la primera noticia de un álbum grabado con un secretismo inaudito en la era de las redes sociales. Quizás el mayor acierto de Bowie, desde que comienza a medrar por la escena pop londinense de los años sesenta, fuese vislumbrar que la música necesita del acontecimiento para proyectarse. Tras una larga ausencia asumida por su público como indefinida, reaparecía señalándonos que, en esta realidad digital que coarta la intimidad, el misterio es todavía productivo.
Where are we now, fijada ya para siempre en aquella mañana invernal en que el mundo se asoma a YouTube para reencontrar a quien sintetizó rock ymodernidad, alcanza el primer puesto de ventas en horas, su mayor éxito desde 1986. La balada, que desde el Berlín del Muro esboza la marchita flaqueza de quien siente su mortalidad y se esfuerza en buscarle sentido a un amanecer, un amor, auparía el álbum The next day al número uno en muchos países. La mezcla de emotividad y planificación que desprendía aquel digno trabajo, opulento recordatorio de sus múl- tiples facetas, nos devolvía a un creador que, a partir de 1972 y el crucial elepé Ziggy Stardust, liderará la vanguardia del rock divisando cada nueva oleada antes de que rompa, adelantándose a las modas al fagocitar egocéntrico lo que sus apetitos le sugieren. “El único arte que me interesa es aquel del que puedo robar algo”, decía. “A veces creo que no soy una persona, sino una colección de ideas ajenas”.
Es esta condición multidisciplinar del vampiro arribista lo que estructura la exposición David Bo- wie is, inaugurada en el Victoria & AlbertMuseumde Londres coincidiendo con su inesperado regreso, la misma que ahora puede verse reinaugurada en París. Fundamentada en los archivos personales del artista, que denegó involucrarse más allá del préstamo, la muestra reúne los baúles del actor en tránsito –su imaginativo vestuario, canciones y vídeos, diseños escenográficos y letras manuscritas– en un intento de embotellar el fulgor de una supernova definida por sus líneas de fuga y caprichos estéticos, también por la habilidad con que desveló a cada paso su tiempo. Como en su composición Changes, la continua mudanza articula una trayectoria que rehuyó el asentamien- to para así mantener vivas las funciones creativas.
“David Bowie es uno de los artistas más importantes de los últimos cincuenta años”, afirman los comisarios Victoria Broakes y Geoffrey Marsh, en el fastuoso catálogo David Bowie is inside. “Le citan numerosos artistas y diseñadores contemporáneos, y es reconocido comouno de los más innovadores intérpretes. Sería normal considerarle el músico más significativo de su generación, pero el impacto de su música, estilo visual y presencia pública va mucho más allá. Su influen- cia en terrenos como el interpretativo, la moda, el arte, el diseño y las políticas de identidad sigue moldeando, en el más amplio sentido, la cultura contemporánea”.
Nacido en Brixton en 1947, estudiante en la Bromley Art School y saxofonista aficionado, el primer empleo de David Jones será en una agencia publicitaria. A partir de 1962 intenta despuntar en conjuntos mod, luego como solista o cantautor. Fracasa una y otra vez, pero asimila las expectativas del público y aprende a satisfacerlas confundiéndolas, anticipándose así a la corriente principal. Universaliza el glam encarnando al extraterrestre Ziggy: esta invención de un álter ego le despega de la tradi- ción rock, donde se era lo que se cantaba. Su ambición brota del deseo de abandonar, física y espiritualmente, los grises suburbios del Londres de posguerra, la rigidez moral de aquella sociedad. Esto explica las ansias bohemias, el apego por la ciencia ficción, un afán subversivo que hereda de Wilde. Pese a representar el carácter británico, se quiere cosmopolita y, en 1974, fijará su residencia fiscal en el extranjero.
Instruido en los experimentales 60, Bowie asume que debe matar al ídolo y distanciarse del glam. Desechados Ziggy y su epígono Aladdin Sane, tan influyentes en la gestación del punk, recrea la distopía de Orwell en Diamond dogs, conquista Estados Unidos con el falso soul de Young Americans y pinta de funk expresionista Station to station. Abrumado por la fama —y la cocaína— en 1976 se exiliará a Berlín, donde junto a Brian Eno concibe una trilogía que redefine la música electrónica en Low, cristalizando en el neoromanticismo de Heroes. La innata comprensión de las subculturas juveniles, y sintonía con sus seguidores, que percibe más fecundos que muchos artistas, le mantendrán en vanguardia hasta 1980. Ese año, Ashes to ashes cerraba el círculo iniciado en 1969 con su primer éxito Space oddity.
Esta etapa rica en hallazgos y constantes travestimos se nutre de colaboradores que enriquezcan su perspectiva musical. Entre estos, mentores como Lou Reed o Iggy Pop, cuyas carreras relanza. Supervisa personalmente el diseño de
Desde ‘Ziggy Stardust’ (1972) ha liderado la vanguardia del rock adelantándose siempre a las modas Es un iconoclasta que ha trasmitido su visón del mundo más allá de la música, a la busca del artista total