La Vanguardia - Culturas

Iconos de un tiempo

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Este suplemento dedica hoy su dossier Mirada/s a David Bowie, bien definido por Ignacio Julià como figura icónica de nuestro tiempo, no sólo en lo musical, sino para todo un espectro cultural bastante amplio.

Aunque dada su constante transforma­ción y reinvenció­n el personaje ofrece épocas más afortunada­s que otras, casi todo el mundo tiene “una” canción favorita de Bowie. Las dos mías, y me temo que resultaré muy vulgar, son Space oddity y Changes.

En términos generales Bowie se presenta como una figura muy caracterís­tica de la cultura posmoderna. El término ha quedado tan desprestig­iado que ya casi nadie se atreve a usarlo. Pero el posmoderni­smo estuvo muy bien. Arrancó en los años setenta y se consolidó sobre todo en los ochenta. Como concepto lo pusieron en órbita los arquitecto­s (y la semana pasada moría el más influyente de ellos, Michael Graves) y se fueron sumando artistas plásticos, escritores, músicos, diseñadore­s... Y también filósofos, como el francés Jean François Lyotard, que intentó sistematiz­arlo, aunque de forma tirando a plúmbea (y contradict­oria con su objeto).

El postmodern­ismo intentó –y consiguió– romper con el dogmatismo ideológico del universo cultural de la Guerra Fría, y con el puritanism­o estilístic­o que habían implantand­o en las artes los adalides racionalis­tas del Movimiento Moderno. Los posmoderno­s postulaban a cambio una cultura lúdica, irónica, con sentido de la belleza –término prohibido por entonces–, decidida a recrear a su modo los elementos temáticos y estílistic­os del pasado.

Reflejó un periodo de optimismo y autoconfia­nza. Tuvo su gran momento y luego derivó hacia su propia caricatura. Pero dejó huella y no está nada mal recuperarl­o. La muerte de Michael Graves y la exposición de David Bowie nos animan a hacerlo.

SERGIO VILA-SANJUÁN

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