La Vanguardia - Culturas

En la piel de un hombre

Dos recientes obras abordan el tema del deseo de los hombres de estar más presentes en la vida de sus hijos después de la ruptura familiar. Los dos relatos, contados en primera persona, han sido creados por escritoras

- CARINA FARRERAS

Son dos escritoras, Sara Rattaro y Amity Gaige, las que se han metido en la piel de sendos personajes masculinos, jóvenes que sufren por no estar cerca de sus hijas tras el divorcio. Francesco y Eric no se parecen a aquellos hombres a la antigua usanza que ejercían más de proveedore­s de alimentos para la familia que de padres involucrad­os en la crianza de sus hijos. Desean ambos ejercer como padres, en igualdad de condicione­s respecto a las madres, pero topan con la a malicia de sus exmujeres. Sin duda, las autoras hablan de familias contemporá­neas con hombres tiernos que muestran tristeza, fragilidad, duda, necesidad de querer y ser queridos, así como ganas de implicarse con su hijos.

No lo tienen fácil. Por lo que cuentan Francesco y Eric, la separación conyugal ha sido decidida de forma abrupta e inesperada por parte de sus mujeres. Ellos no se enteraron de que ellas no eran felices y no sospecharo­n tampoco hasta dónde llegaría el rigor de sus respectiva­s ex. Gaige da la custodia deMeadow(6 años) a lamadre pese a que Eric estuvo cuidando a su hija durante un año. Rattaro habla en Alguien como tú de un secuestro por parte de la madre de Marg- herita, azafata danesa, que se marchó de Italia con otro hombre cuando la niña tenía cuatro años. Tras su muerte, la chica, con 14 años, debe volver a Italia con su padre, un hombre desconocid­o. Tierno y torpe. Dos mujeres, la novia de Francesco y la cuidadora danesa de la niña, tratarán de tejer los lazos paternofil­iales, rotos por el equívoco de que él no amaba a Margherita. Este es un cuento de los que le gustan a Hollywood, narrado con sensibilid­ad.

Más sinuosa resulta la novela de Gaige, Las buenas intencione­s. Eric escribe una carta a su mujer desde la cárcel sin desvelar el delito que ha cometido. Desde el inicio de la lectura flota una ambiguedad inquietant­e. El redactor de la carta es un padre que desea estar con su hija más tiempo del que le permite el estricto régimen de visitas estipulado por un juez. Así que un día, en vez de devolver aMeadow a su madre, en un acto impulsivo, se la lleva. Inician así un viaje de carretera que se va alargando día a día con el pretexto de volver a tener una relación espontánea y fluida. ¿Cómo no entenderlo? La narración es tan sutil que casi justificam­os su actitud y nos olvidamos de que lo que quiere el resto (la niña, la madre) también cuenta. En todo caso, él ya está acostumbra­do a salirse con la suya. Porque ¿no cambió su nombre de joven para ser aceptado por los demás y mantuvo su identidad falsa incluso ante su mujer? ¿Qué hay de ilícito entonces en llevarse a la niña si también ahora la realidad es injusta con él?

Pero esta es sólo una de las opiniones posibles en este relato que, por otra parte, no está exento de aventura (curiosa la relación con una mujer en el camino). Precisamen­te la obra está tan bien armada que ofrece la posibilida­d de mirarla desde otras perspectiv­as. Ideal para compartir.

Rattaro escribe un cuento lleno de sensibilid­ad y Gaige arma una inquietant­e novela psicológic­a

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