La Vanguardia - Culturas

Fábula sobre el miedo

Una pequeña maravilla inclasific­able

- ROBERT SALADRIGAS Retrato de Thomas Mann, personaje con el que juega Biller en su novela

El primer hecho relevante es que con este singular librito Minúscula inaugura su colección Micra de textos muy breves. En segundo lugar da a conocer al checo Max Biller (Praga, 1960), residente en Alemania desde los diez años y narrador en lengua alemana. Y, por último, y determinan­te: En la cabeza de Bruno Schulz ( Im kopf von Bruno Schulz) se lee como una deliciosa nouvelle, quintaesen­cia de la clásica narrativa fantástica y simbolista centroeuro­pea.

Esto contribuye a explicar la naturaleza fabulesca de la trama y la envidiable maestría con que Biller, un escritor nuevo para mí, la desarrolla ante la mirada atónita del lector. Creo que es obligado detenerse en la figura histórica de Bruno Schulz, el personaje real, el gran autor de una poética muy personal –tradujo El proceso de Kafka– en libros ya intemporal­es como Sanatorio bajo la clepsidra o Las tiendas de color canela, que vivió entre 1892 y 1942 y, según anuncia el título de la portada, dentro de cuya ca- beza Maxim Biller se interna para convertirl­o en protagonis­ta de la hermosa e inquietant­e fábula que cuenta. Debo añadir que Schulz, polaco de Drogóbich, población de Galitzia durante la etapa del imperio austrohúng­aro, es uno de los tres puntales que sostienen el peso de la gran literatura polaca del siglo XX; los otros fueron Vitold Gombrowicz –exiliado en Argentina– y Stanislaw I. Witkiewicz –se suicidó en 1939–. La historia señala que el ejército alemán invadió la pequeña ciudad de Drogóbich en dos ocasiones, 1938 y 1941, que los pobladores judíos fueron duramente hostigados y en 1942, cuando Schulz preparaba su huida, un esbirro de la Gestapo llamado Karl Günther lo asesinó en un acto gratuito, de pura abyección.

Pues bien, en el relato que Biller sitúa en 1938 ha irrumpido en la vida tranquila de Drogóbich un enigmático doble de Thomas Mann, salido de no se sabe dónde, se entrega a raras y sospechosa­s actividade­s. Schulz que da clases de dibujo en el instituto local, desde el sótano de la casa familiar escribe una carta al verdadero Thomas Manndándol­e cuenta de la existencia de su doble y solicitand­o ayuda para introducir sus relatos en Alemania. Ahí es donde brota la llama genial del relato que plasma el formidable talento fabulador de Biller. ¿Cómo son los días de luz mortecina del visionario Bruno Schulz víctima de la ferocidad de sus pesadillas? Por encima de todo, Schulz tiene un miedo cerval; en su condición de judío polaco y europeo de segunda, vive aterrado por la voracidad nazi. En su cabeza se multiplica­n los presagios de todo tipo, realistas, psíquicos, oníricos. Todo se mezcla en su mente enfermiza, fustigada por deseos perversos y tenebrosas percepcion­es de la realidad. Biller consigue selecciona­r, identifica­r, describir y nombrar el miedo correoso que poco a poco, a medida que la narración avanza, cobra entidad real y al mismo tiempo, por un extraño prodigio narrativo, va deviniendo metáfora. De manera que el lector hará bien en estar prevenido e interpreta­r como juzgue oportuno los pasajes y las figuras, desde las palomas al ejército de Abimelec o el resplandor rojizo del fuego avernal, para así constatar las dimensione­s de la fábula que se nos cuenta en un puñadito de páginas magistrale­s.

En ningún momento pongo en duda que la rica escritura de Maxim Biller es respetuosa con la figura y la prosa del modelo Bruno Schulz. Y el mundo que fabula nos sigue resultando espantosam­ente familiar.

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