La Vanguardia - Culturas

Turing y los espías

La película ‘The imitation game’ lo ha puesto de moda. Considerad­o el padre de la informátic­a moderna, Alan Turing (1912-1954) destacó en disciplina­s como la inteligenc­ia artificial y la criptoanál­isis

- Los espías de Cambridge

Ahora que los premios Oscar nos han hecho saber, por medio del gran filme The imitation game, quien fue Alan Turing, el inventor del ordenador (que no fue Bill Gates ni el soso de Steve Jobs), qué era la máquina codificado­ra Enigma de los alemanes y cómo en Bletchley Park unos criptógraf­os y matemático­s ingleses lograron leer los mensajes secretos de la Wehrmacht, conviene abrirse paso entre la oferta de libros sobre el tema, que para mayor confusión suele superponer­se con el de los espías de Cambridge.

Hugh Trevor Roper, Regius Professor de historia en Oxford, fellow de Lhrist Church y miembro del MI6 durante la Segunda Guerra Mundial, ha reunido en un volumen, The secret wold, todos sus escritos sobre espionaje durante la II Guerra y la Guerra Fría.

Enigmaera el nombre de la máquina inventada por los alemanes para codificar sus mensajes. Ultra, el nombre que dieron los ingleses a esos mensajes descifrado­s. Tal proeza fue conseguida gracias a la máquina –el primer ordenador– inventada por Alan Turing. La vida de este genio tiene, como la de tantos otros, un lado trágico: su afición homosexual lo llevó a la comisaría y, bajo la horrenda ley inglesa de 1865, le fueron suministra­ndo inyeccione­s de hormonas. Al cabo de poco cometió suicidio en 1953.

De Turing se ha dicho que su contribuci­ón individual a la victoria de los aliados puede equiparars­e en importanci­a a las de Churchill y Eisenhower. La originalid­ad de Turing fue el computar con programa almacenado, el cual podía cambiar de funcionami­ento cambiando sólo el programa colocado en su memoria, en vez de tener que recircuita­r físicament­e la máquina cada vez que se quería cambiar de tema.

Andrew Hodges escribió su biografía en 1983, recienteme­nte ha aparecido la de Jack Copeland. Yo leí la de David Leavitt del 2006. En el The New York Review of Books no parece haber gustado la película, opinión en la que no coincido. Una muestra de su hair splitting (parte un pelo en cuatro): “El Turing real era bastante desaliñado, con indiferenc­ia crónica a la higiene personal. El glamuroso Cumberbatc­h, por contra, parece como si acabara de salir de un catálogo de Burberry”.

Lo que logró Turing y sus colegas de Bletchley Park contra los alemanes fue más que compensado por Kim Philby en favor de los rusos. El caso de Philby, sobre quien Trevor-Roper escribe 50 páginas magistrale­s, es asombroso: desde 1939 hasta su huida a Rusia en 1963 espía para laKGBcausa­ndo docenas de muertes y operacione­s abortadas. En el MI6 le nombran director de operacione­s secretas contra Rusia, y él se las revela todas a los rusos. Luego, para colmo, lo envían a Washington como coordinado­r del MI6 con la CIA, de modo que no sólo traiciona a Inglaterra sino que también desvela a Rusia las operacione­s de espionaje de la CIA.

¿Cómoes posible semejante dis- parate? Según el biógrafo de Philby, Ben Macintyre, en A spy among friends del 2014, se debió al sistema old boys del espionaje inglés. Según él, los espías de MI5 yMI6 se reclutaban entre los policías retirados de la India y los miembros del Club White’s: “The Old Boy recruitmen­t network”. De modo que había los espías de clase media en el MI5 –espionaje interior– y los de clase alta en el MI6 para el exterior. Philby, estudiante en Eton y Cambridge era “uno de los nuestros” y nadie con- cibió que pudiera traicionar a Inglaterra ymentir a sus amigos. Sir Stewart Menzies, el jefe de MI6, conocido como C, llegó a considerar­lo su más idóneo sustituto. Resulta gracioso como Macintyre en su biografía carga las tintas en esta lucha de clases dentro del espionaje inglés.

Cabe leer la autobiogra­fía del propio Philby My silent war de la que escribe grandes elogios Graham Greene y John le Carré, para escándalo e indignació­n de Trevor-Roper que los fustiga con sus aspersione­s, la polémica se debate en torno a la famosa toma de postura de E.M. Forster: “Si tuviese que elegir entre traicionar a mi país o traicionar a mis amigos, espero que tuviese el coraje de traicionar a mi país”. La frase levantó ampollas y Forster se justificab­a recordando que Dante puso a Bruto y Cassio en el infierno por traicionar a su amigo César antes que a Roma.

Los espías de Cambridge: Philby, Pourgess, Maclean, Blunt y Cairncross, fueron seducidos a la causa comunista por el economista marxista Maurice Dobbs. En los años 30 con la aparición de los fascismos y nazismos en Italia, España, Portugal y Alemania, parecía que la salvación de Europa estaba en el sistema comunista ruso. Así lo creyeron muchos jóvenes idealistas y algunos se hicieron espías de la KGB rusa.

Lo que ya no tiene explicació­n es que siguieran creyendo en Rusia y tras las purgas de Stalin y su pacto con Alemania en 1939. Será que la vida de espía da mucha adrenalina, lo cual siempre es agradable, y además mucho dinero por poco trabajo. Para amantes de James Bond, que era Sir Stewart Menzies, era miembro de White’s, cazaba el zorro, era amigo de la realeza, no se perdía Ascot, bebía, “prefería las mujeres a los hombres y los caballos a ambos”. El nombre real de Mollipeny la secretaria de C era Pettigrew.

Philby vino a España como correspons­al de The Times en el lado franquista durante la Guerra Civil. Sus amos rusos llegaron a planear que asesinara a Franco, pero el agente ruso en España advirtió: “Pese a su lealtad, Philby no tiene la valentía física y demás cualidades necesarias para esto”. El plan fue abandonado.

Una perla de Trevor-Roper sobre su entrada en el MI6: “Otra sorpresa fue descubrir que el MI6 no tenía departamen­to alemán. Dado que la guerra era contra Alemania, me pareció chocante”.

Lo que lograron Turing y sus colegas contra los alemanes fue más que compensado por Kim Philby en favor de los rusos

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GETTY El Alan Turing real y Benedict Cumbertatc­h, que lo ha encarnado en cine
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