En torno al Macba
La polémica desatada en el Museu d’Art Contemporani de Barcelona en torno a una obra, primero levantada de una exposición, y luego repuesta en ella, invita a la reflexión. A veces en momentos de crisis resulta útil plantear consideraciones de conjunto.
Tan cierto es que son los museos quienes fijan sus propios criterios expositivos como que no resulta de recibo quitar piezas confirmadas de una exposición el día antes de la apertura. Por lo que al museo barcelonés se refiere, sus criterios han sido habitualmente firmes. En veinte años de existencia ha seguido una línea muy favorable a las corrientes de arte conceptual, de arte político comprometido y de creación transgresora y radical. Ha abierto ventanas y ha programado bastantes exposiciones con ambición y solvencia (este suplemento se ha hecho eco de ellas).
En el capítulo de lo mejorable, cuenta entre sus retos el de conseguir un mayor equilibrio entre exposiciones de investigación y otras que resulten atractivas para el gran público, equilibrio que practican el MoMA de Nueva York, el Pompidou de París o el Reina Sofía de Madrid. Al Macba le faltan grandes éxitos de asistencia que le afiancen en el imaginario del ciudadano barcelonés.
También echamos en falta una apuesta más regular, valga la paradoja, por el arte contemporáneo catalán (pienso en las antológicas que se le deben a un Guinovart o un Viladecans, entre otros) y el apoyo a creadores que emprenden vuelo internacional (como el protagonizado por Plensa... sin ningún soporte del Macba).
En esta línea, sería muy deseable mayor pluralismo estético en sus propuestas y en su colección permanente: por poner un ejemplo, pintores figurativos de prestigio incuestionable, como Marsans y Valls, han fallecido sin que su obra pudiera verse en el museo.
Son puntos para el debate.
SERGIO VILA-SANJUÁN