Un verano, en Rusia
Gazdánovurde un retrato psicológico y filosófico que trata de destripar los secretos de la vida
Vean con qué fuerza arranca la novela de Gaito (Georgi Ivanovich) Gazdánov (San Petersburgo, 1903Munich, 1971) El espectro de Aleksandr Wolf: “De todos mis recuerdos, del sinfín de sensaciones de mi vida, ninguno me resultaba más amargo que el recuerdo del único asesinato que había cometido”. A partir de esa frase inicial, ¿cómo vencer el ansia de seguir leyendo golosamente? El instinto me decía que no era el comienzo de un clásico relato policial en que la mención de un asesinato sirve de señuelo. Y es que el libro de Gazdánov no lo es. Las tres o cuatro páginas siguientesmeparecen excepcionales no tanto por lo que se cuenta sino por su magnífica escritura. Pero, ¿de quién es esta voz que expone las líneas maestras de una tramacuyo desarrollo se corresponde con una experiencia de vida?
Era verano, en el sur de Rusia durante los tiempos de la guerra civil. El paisaje del cuadro es un bosque agobiado por el bochorno, enorme y amarillento, de una poderosa belleza que deslumbra y aturde. Por un camino desierto, sinuoso y ardiente, avanza muerto de fatiga y acosado por el sueño de varios días un adolescente de dieciséis años, alistado en un escuadrón de rusos blancos, que se ha despegadode sus compañeros. De repente se topa con el enemigo, joven comoél que monta una yegua blanca. Hay un cruce de disparos, El adversario cae abatido. El narrador descubre que la muerte transfigura su rostro. Se aleja del lugar en el caballo blanco del moribundo. En aquel claro del bosque, cuando emprende la huida porque hasta él llegan voces de hombres que se aproximan, justamente allí, en aquel preciso momento, reconoce que “el asesinato marcó el principio de mi vida adulta”. Así juzga él, un asesinato –no una reacción de legítima defensa– aquel acto vio- lento de guerra en una jornada sofocante de verano, en el sur de Rusia. Una sensación ambigua pero dolorosa de culpa irreflexiva atravesará el libro de principio a fin como una corriente de aire insano.
Al cabo de los años, ya instalado en París y ejerciendo de periodista, el azar lleva hasta el narrador un libro con el título de Vendré mañana, constituido por tres relatos escritos en inglés y firmado por un tal Aleksandr Wolf. En la tercera pieza titulada La aventura en la estepa que lleva como epígrafe una cita de Edgar Allan Poe, lee con sin aliento la reconstrucción exacta de la escena del “asesinato” que él había vivido siendo adolescente; el protagonista de la historia es el mismo que la narra, de manera que, horrorizado, el narrador interpreta que Aleksandr Wolf, el autor del relato no puede ser otro que el adversario por cuya supuesta muerte sigue culpabilizándose. Desde entonces su propósito es aclarar el enigma cueste lo que cueste. ¿Es en verdad Aleksandr Wolf un espectro?
No voy a contar sobre la trama lo que el lector necesita descubrir por sí mismo. Solo diré que esta novela escrita en lengua rusa, aparecida en 1947 y de la cual hubo constancia en el catálogo de Luis de Caralt en 1955, es, sobre todo, descriptiva y reflexiva, imposible de confundir con una narración de género, ya sea policiaca o incluso gótica. Hacia la mitad del texto me dicuenta de que hacíamucho tiempo que no me zambullía en las aguas profundas de un denso relato psicológico, con ramificaciones filosóficas y metafísicas que tratan de destripar los secretos de la vida. Sin duda que Gazdánov fue coherente con la más destilada expresividad rusa: en ese ovillo de hilos sutiles creo oír la cadencia de un vals de Shostakóvich pero sobre todo –espero no ser osado– el concepto del ritmo y la gran fuerza simbólica de la prosa de Lérmontov… Así, desde el sur de Rusia hasta el corazón del París existencialista. En busca de respuestas.