Sheriff en gran paisaje
En las grandes extensiones de Wyoming, en “una ligera brecha en las colinas” se refugiaron los célebres bandidos Butch Cassidy y Sundance Kid. El calor oprime y se vuelve un personaje que se conjura para acoso y cansancio (no diría derribo, el tipo es muy fuerte) del sheriff Walt Longmire. Su investigación empieza en la carretera del Oso Solitario, donde yace el cadáver de una muchacha. Quién fue ella es indivisible de quién fue y es este buen protagonista. Su investigación es inteligente y se funde con naturalidad en el carácter del paisaje.
Longmire es un peso pesado –marine en Vietnam–, y el principal sospechoso –un tipo que casi lo mata y tiene ahora encerrado en una celda– es un indio que esconde un relato de inmenso desconsuelo, tan enorme como su grandiosa figura emergida de una montaña de basura dentro de un túnel. También es indio el mejor amigo de Longmire; alguien tan cercano que ejerce de tío de la hija del sheriff, en rehabilitación tras haber sufrido un violento ataque (en entregas anteriores).
Aquí hay buenas ironías, sin sarcasmos. No sabemos lo que es sufrir, parece decir el autor con estas historias. Y si los años de soledad no son suficientes –más el tráfico de personas, más la discriminación de la justicia entre blancos e indios–, está el relato en Vietnam, que el sheriff no olvida.