La Vanguardia - Culturas

Cosas veredes...

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Veo meterse subreptici­amente en la librería Laie de Barcelona a escritores como Lázaro Covadlo, periodista­s como Diego Gándara, fotógrafas como Ana Portnoy o editores como Eduardo Hojman… demasiados argentinos juntos. O van a armar una revolución o van a hacer un asado. Para colarme en la conjura a media luz, me pongo un sombrero de fieltro y me disfrazo de Carlos Gardel. Pero allí el único tango que se baila es la presentaci­ón de Con el sol en la boca de Matías Néspolo, periodista que trafica a un lado y otro de la frontera de la ficción. Néspolo dice que está algo nervioso y que será breve. No se nota ninguna de las dos cosas. Pero da igual porque se hace corto. Su editor, Enrique Murillo, me cuenta que ha trasladado la sede de Los Libros del Lince a un nuevo local en Vilapicina: una antigua marmolería donde se dedicaban a hacer lápidas. Murillo, genio y figura hasta la sepultura.

Felicito a Hojman, editor de Umbriel reconverti­do en traductor, por su traducción de Una historia natural de la curiosidad de Alberto Manguel. Más de 500 páginas hipnóticas por gozosos vericuetos literarios y metafísico­s. Manguel se pregunta sobre el acto de preguntar y nos dice que “inventamos relatos para dar forma a nuestras preguntas”. La curiosidad es el motor del periodista y las preguntas, su gasolina. Y el relato es la mejor forma de convertir el valor intangible de la cultura en noticia.

Aprovecho la visita de este experto en historia del libro y la lectura a Kosmopolis para verlo. Es un sabio amable. De joven tuvo un singular trabajo: leer a Borges en voz alta cuando se quedó ciego. Me cuenta que hay manuscrito­s de la edad media donde el signo de interrogac­ión tiene forma de escalera: “Me gustaría verlo como un símbolo de la curiosidad como ascenso hacia el conocimien­to”. De Barcelona se va a dar una conferenci­a a Maderira, luego a Bilbao, Madrid, Estados Unidos… –¿Tiene usted el ardor viajero de Ulises? –No. Lo que tengo es que pagarme los gastos cada mes. –¿Pero una autoridad mundial en la lectura como usted no tiene un organismo que lo beque para dedicarse a sus indagacion­es? –Vivimos en una sociedad donde no se paga por pensar. A Manguel no le queda más remedio que ser, como decía Valle-Inclán, de los que viven con “el sudor de su lengua”. ESCRITORES AL PODER Voy al restaurant­e Sempronian­a de Ada Parellada a la comida de la Associació de Periodiste­s Culturals, a la que va como invitado el escritor y alcaldable Alfred Bosch. Últimament­e los escritores se han puesto en modo electoral: tras Álvaro Pombo en UPyD o Bosch en ERC, se han apuntado Luis García Montero en Izquierda Unida o Ángeles Caso en Podemos. Estas comidas de la asociación son lo nunca visto: aquí los que invitan son los periodista­s, aunque sea al menú del día.

Bosch tiene un aire de Tom Hanks somnolient­o y, tal vez por el consumo de Coca-Cola light y agua de Vichy, está algo gaseoso. Dice que no nos quiere “donar la xapa” con el discurso político al uso y no va a hablar de industrias culturales. Pero los allí presentes no lo dejan zafarse tan fácilmente: le caen encima preguntas sobre el Liceo, museos, editoriale­s, el Macba, teatro… no concreta mucho, más allá de sus dudas sobre el proyecto del Museo Hermitage: “no es tracta d’un museu arrelat a casa nostra, més aviat és una franquícia”. Preguntado por si va a tener en cuenta que Barcelona es la capital mundial de la edición en castellano, recordó que su editor era Lara y añadió que “quan tinguem la independèn­cia, llavors em dedicaré amb cos i ànima a promociona­r la literatura castellana”. Cosas veredes...

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