El secreto del cuadro
González Suárez desgrana un universo de agitadas aventuras
A Gonzalo Suárez (Oviedo, 1934) se le ha definido como un escritor camaleónico, lo que explica que haya recibido elogios de gente tan dispar como Julio Cortázar, Vicente Aleixandre, Juan José Millás, Ray Bradbury o Javier Cercas. Un camaleón que alterna la escritura con el cine y en el que cada nueva aportación es una nueva ruptura. De ahí que no pueda sorprendernos una novela tan extraña como Con el cielo a cuestas, un cielo que unas veces nos ilumina y otras nos aplasta. Extrañeza, desconcierto y una sólida unidad interna que se anuncia ya en el preámbulo –“un prólogo o una obertura sinfónica”– donde el narrador (personaje casi invisible en la novela) señala algunos de los rasgos más destacados: la confusión entre sueño y recuerdo; los desplazamientos del presente al pasado; los pensamientos delirantes provocados por la soledad, un París poblado de pájaros muertos, ciudad de cantantes y escritores pero también de argelinos masacrados, como si sólo el horror pudiese devolvernos a la realidad o a una de las muchas realidades que se nos presentan en continua y agitada mutación.
Varios episodios traumáticos marcan la vida del protagonista, Lorenzo Massaní. Los del pasado, relacionados con la guerra. Alos 16 años lucha contra los nacionales en la Guerra Civil; un joven con la camisa empapada de sangre le suplica que no le quite las botas. Massaní le apunta a la cabeza y aprieta el gatillo. Poco después es capturado por un camisa negra italiano. María, su primer amor, se deja violar por el fascista a cambio de que le perdone la vida. Sabe que no debió haber aceptado. La ha perdido pero jamás podrá olvidarla.
Los recuerdos le hieren, siguen vivos en el presente, confundiéndose con él. Un presente que está marcado por un extraño suceso ocurrido cuando desde un islote ve a una hermosa mujer que se quita los pantalones dejando a la intem-