La Vanguardia - Culturas

Elhombre queamaba…

- PERICO PASTOR

Iba a escribir “...a las mujeres”, porque es obvio que Leopoldo Pomés las ama, cuando me he dado cuenta de que es amante y amable con el mundo en general. Este país tolera mal la amabilidad, y más cuando viene acompañada de placer y de éxito. Es evidente que Pomés se lo ha pasado muy bien, y que muchas de las muchísimas cosas que ha hecho le han ido muy bien: desde fotografía­s extraordin­arias a spots publicitar­ios, desde la creación de restaurant­es (o rescate de algún clásico, como el 7 Portes, al que salvó de la decrepitud) a escribir libros de cocina… El precio que tal vez ha pagado por ello es el de una condescend­encia amable: el chico simpático que hacía unas fotos frívolas y divertidas. ¡Qué burros somos! Ya desde el principio de esta magnífica exposición en la Pedrera nos detiene una de las primeras fotos del artista: un retrato de su padre, que en su rigor compositiv­o, en la calidad de la luz, y en la capacidad de interrogar al modelo desde el afecto y el respeto es tan bueno como lo mejor de Irving Penn.

Pomés es muy divertido, y es de los que se divierten compartien­do: seguir las fotos de su juventud en las que descubre a los de Dau al Set y el Grupo el Paso, o las primeras fotos publicitar­ias, con aquellas chicas tan improbable­s y sin embargo tan reales, es volver al momento en que en este país entró una leve brisa oxigenada, que nos pareció (incluso a los que éramos unos mocosos, como yo) una gran bocanada de ozono. Pero antes incluso del tímido deshielo, era incapaz de pasearse por aquella Barcelona que ahora todo el mundo (sobre todo los que no habían nacido) recuerda como gris, sin ver los detalles de alegría que hacían llevadera la vida: desde el idilio del tramviaire a las bonitas piernas bien calzadas que descienden por el paseo de Gràcia.

Hablando de piernas, y pensando en aquella época lejana en que empezaron a aparecer y se discutía si cierta imagen de la mujer la convertía en objeto (mujer-objeto, ¿se acuerdan?) está claro que para Pomés no son ni objeto ni objetivo: su mirada de cachorro que descubre cada día las maravillas del mundo se enciende con esa maravilla especial que son las mujeres, y las modelos parecen correspond­erle con una confianza total, mostrando su belleza y su inteligenc­ia. Porque es amable. Porque es divertido. ¡Qué tío tan simpático! ¡Y qué artistazo!

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