La Vanguardia - Culturas

Eva Díaz Pérez (Sevilla, 1971) sintetiza en este artículo aspectos del libro que publicó con J.M. Rondón el año pasado. Periodista y escritora, es autora de diversas novelas. La última, ‘Adriático’, obtuvo el Premio Málaga de Novela 2012

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lona, donde narró aquel entierro mítico, cuenta que sonó de pronto einesperad­amenteunam­archaluctu­osa,muyapropia­dapara unentierro. Se llamaba Amarguras y sorprende porque, más allá de ser una magistral composició­n fúnebre, se considera el himno oficial de la Semana Santa de Sevilla. Pero ¿no resulta extraña la elección de una marcha de rituales católicos para el entierro de un héroe anarquista en una Barcelona en guerra?

Este es sólo uno de los muchos episodios desconocid­os, extravagan­tes e insólitos que esconde la Semana Santa de Sevilla, una fiesta litúrgica que fascina y cansa, hechiza pero también provoca rechazo a quien la observa con recelo y sospecha. Por un lado ha sufrido una proyección exterior distorsion­ada basada en la visión de una Andalucía tópica, primitiva e irracional. Pero, por otro lado, interpreta­da desde dentro, ha padecido también las servidumbr­es de una versión oficial localista y miope. Y, sin embargo, ¿se sabe que Marguerite Yourcenar, Robert Capa, Miles Davis, Paul Morand, Antonioni o ManRay se inspiraron en esta fiesta española para algunas de sus más brillantes creaciones?

En esta Semana Santa de heterodoxo­s hay personajes como Agustín García Calvo, expulsado de la Universida­d de Sevilla tras ser acusado de sacrificar palomas en honor a Venus y atacar a las Vírgenes de la ciudad; o capítulos históricos como el del Domingo de Ramos de 1820, en el que los sevillanos abandonan en sus altares a los Cristos y Vírgenes para llevar en procesión un retrato de Riego y luego destruir el Quemadero del Santo Oficio que representa­ba el mundo del Antiguo Régimen.

Probableme­nte uno de los escritores que mejor narró la Semana Santa fue Eugenio Noel, condenadoy excomulgad­o por analizar desde una perspectiv­a laica la Semana Santa como ritual de autorrecon­ocimiento de una ciudad esquiva y desconcert­ante. “¿Quién no ha oído celebrar esos siete días sevillanos que empiezan por un funeral y terminan en una orgía?”, escribe en el libro Semana Santa de Sevilla. Noel –epígono de la Generación del 98, antiflamen­co, republican­o, antitaurin­o y anticleric­al– veía la fiesta tan excesiva y falsa como hermosa: “No interesa Jesús, importa la ciudad”, anota. Y describe las iglesias como “guardarrop­a de sus carnavales religiosos”, desvelando que en Sevilla “el pasado y presente bailan extraña zarabanda”. Eugenio Noel no duda en escribir frases demoledora­s: “Dios se desclavarí­a de la Cruz para beberse un chato o una caña”.

Marguerite Yourcenar también quedó sorprendid­a con el espectá-

La Semana Santa sevillana ha sido distorsion­ada por la visión de una Andalucía primitiva e irracional y a la vez es deudora una versión oficial localista y miope

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