Los derechos civiles
Ningún episodio de la reciente historia ha tenido consecuencias tan persistentes como fue el asesinato de Martin Luther King (1929-1968), uno de los mayores líderes y héroes de la historia de Estados Unidos
La defensa de los derechos civiles es uno de los rasgos característicos de los sesenta: una década valorada como un periodo prometedor donde la prosperidad presentó a la sociedad estadounidense grandes oportunidades para erradicar injusticias, construir nuevos proyectos y rehacer la cultura. En esas circunstancias, la tarde anterior al atentado que le costó la vida, Martin Luther King afirmó en elMasonTempledeMemphisan- cismo como un ataque a las reglas democráticas de igualdad y libertad. Unas ideas que se abrieron paso en un mundo en llamas.
La batalla de Ole Miss (nombre por el que se conoce la Universidad de Misisipi) comenzada el 30 de septiembre de 1962 mostró la naturaleza del problema. La segregación era intrínsecamente discriminatoria pese a que la ley hablaba de “separados pero iguales”, y fomentó una burguesía negra atrapada entre el poder blanco y unos seres desposeídos que los periódicos describían como proclives a la violencia. Lo ocurrido en Ole Miss penetró en la conciencia de una sociedad que nunca se había cuestionado por qué la población negra no podía entrar en una universidad blanca hasta que lo intentó James Meredith. De esa batalla queda el primer éxito de Bob Dylan, Blowin’ in the wind y la sensación de que allí comenzó el gran desafío de los afroamericanos contra la discriminatoria segregación.
El mayor obstáculo de King al proclamar la no violencia no era el sureño conservador, un residuo del pasado aunque se revistiera de la escenografía del gobernador George Wallace, sino el adepto a convertir el desarraigo de los afroamericanos en una revolución contra los valores fundacionales de los Estados Unidos. Esa revolu- ción, al proclamar el derecho a la lucha armada, amenazaba la convicción de que el futuro era la nueva frontera. El otoño de 1962, los estadounidenses se situaron ante el dilema de que el país no convergía hacia la integración, sino hacia la escisión entre razas. Ese era el peligro advertido por King; para el que se había preparado desde que, a los 26 años, se destacó en la protesta contra los autobuses segregados de Montgomery, uniendo el góspel cristiano, los ideales de los pacifistas del siglo XX y la doctrina de Gandhi de la resistencia no violenta.
La negativa de Rosa Parks a ceder su sitio en el autobús se convirtió en el punto de partida de una lucha por obtener un salario digno para los afroamericanos. Berry Gordy y Janie Bradford lo expresaron crudamente en su canción Money, that's what I want, que la llegaron a grabar los Beatles; desde esa plataforma comenzó un camino que llevó a King a liderar la revuelta de Birmingham, a escribir su “Carta desde la cárcel” donde definía la segregación como un mal moral y, finalmente, a persuadir al presidente Kennedy para que los derechos civiles se convirtieran en un tema prioritario de su Administración. Fue un camino trufado de dificultades como el asesinato del dirigente Medgar Evers, el primer crimen político de la década, pero no el último, como prueba el magnicidio de Dallas. La vía de no violencia parecía condenada a favor de la lucha armada. King insistió en sus ideales planificando una manifestación masiva en Washington para finales de agosto de 1963. Fueron significativas las alusiones al peligro que suponía la disociación de las razas o la violencia como medio para alcanzar un objetivo. Malcom X, que además de calificar de farsa la manifestación, identificó el Black Power con la revolución.
Las razones de este odio étnico trufado de odio de clases según era habitual en los sesenta revelan que el objetivo de King era más difícil de realizar de lo que él pensaba pese a que el acto concluyó cantando todos en armonía We shall overcome. Cinco años después, el 4 de abril de 1968, la bala que le atravesó la garganta contribuyó –¡gran ironía de la historia!– a apuntalar el dique contra la marea de la violencia revolucionaria. Enlos meses que siguieron, se perfiló cuál debía ser la psicología en la defensa de los derechos civiles, lejos del enfrentamiento entre razas y clases sociales. Fue el triunfo de un sueño, con el que King desafió a toda una nación a redefinirse: I have a dream que algún día los valles serán cumbres.