La Vanguardia - Culturas

Los amigos de Sargent Cómo el pintor estadounid­ense retrató a su círculo más íntimo

Edward Lucie-Smith analiza la figura y obra del pintor norteameri­cano a raíz de la exposición dedicada a los retratos de su círculo más íntimo

- POR EDWARD LUCIE-SMITH

El estadounid­ense John Singer Sargent (1856-1925) siempre ha tenido un punto desconcert­ante para los historiado­res del arte. Nacido en Europa, hijo de una viajera pareja de expatriado­s, se hizo un nombre en Francia, donde fue alumno de un retratista de moda, Carolus-Duran. Durante su estancia en París, entabló amistad con las figuras literarias y artísticas del momento, entre ellas, Monet.

El temprano éxito obtenido se interrumpi­ó por el escándalo que suscitó el atrevido retrato de la señora Gautreau (una exhibicion­ista famosa básicament­e por ser famo- sa, un poco como ocurre hoy con los personajes de los realities). Cuando se expuso en París en el Salón de 1884 con el título de Señora X, causó sensación, pero no en la dirección esperada por el artista. Como observa Merrill Mount, biógrafo de Sargent: “La identidad de la modelo no se puso en duda ni por un momento, y la condena del público hacía referencia tanto a ella personalme­nte como al extraño retrato que daba cuenta de todos y cada uno de sus excesos”.

Tras ese desastre, el artista se retiró a Gran Bretaña, donde ya había expuesto, y se convirtió en miembro de la Royal Academy en 1897. Es probable que ya fuera el retratista más famoso de la época. Parte de ese éxito provenía de sus adinerados clientes norteameri­canos. Los británicos le ofrecieron el título de caballero, pero él renunció por no dejar la ciudadanía estadounid­ense. Sargent visitó EE.UU. de forma regular a partir de 1888, pero nunca se estableció allí. En los últimos años de su vida, se le insistió para que aceptara la presidenci­a de la Royal Academy, pero se negó porque le horrorizab­a hablar en público. Nunca se casó.

La muestra de la National Portrait Gallery tiene como objetivo mostrarnos un individuo más íntimo que el prestigios­o autor de retratos de sociedad. Nada más entrar, encontramo­s el deslumbran­te lienzo con la Señora de Ramón Subercasea­ux, la joven y atractiva esposa de un diplomátic­o chileno destinado en París. Está sentada

Rechazó la presidenci­a de la Royal Academy de Londres porque le horrorizab­a hablar en público y no se casó

ante un piano en su domicilio del Bois de Boulogne y lleva un maravillos­o vestido blanco con ribetes negros y un lazo rojo.

Aunque el retrato se pintó en 1880, antes de que Sargent se establecie­ra en Londres, tiene un aire más inglés que francés. Ahora bien, la influencia técnica no es francesa ni británica, sino española. Carolus-Duran fue discípulo de Velázquez. Como lo fue de Manet. Sargent asimiló la lección de Velázquez gracias a sus mentores franceses. También admiró algunos aspectos de la cultura española, comose puede apreciar en el magnífico cuadro de una bailaora flamenca, La Carmencita. Fue un incansable viajero, como sus padres; visitó España y estudió a Velázquez de primera mano, aunque Carmencita posó para él en Nueva York.

La esencia de la técnica de Sargent era que dibujo y pintura no constituía­n actividade­s separadas. Se daban al mismo tiempo. A menudo, Sargent parece haber eliminado la imagen, haberla borrado y rehecho antes de quedar satisfecho. Pero cuando era necesario podía trabajar muy deprisa. La muestra incluye el busto de la actriz italiana Eleonora Duse, pintada en Londres, donde se encontraba para interpreta­r el papel protagonis­ta en Fédora, de Victorien Sardou. La actriz era una modelo impaciente y apenas le concedió una hora.

Sargent siempre parece haber recibido andanadas de los críticos. Las descripcio­nes contemporá­neas de sus retratos fueron desfavorab­les con tanta frecuencia como favorables, incluso cuando se encontraba en lo alto de su fama. Quizás ese sea el destino de todos los retratista­s de éxito. El artista a menudo ve a sus modelos de un modo diferente a cómo a ellos les gustaría. Una cita del propio pintor resume la situación: “Cada vez que pinto un retrato pierdo a un amigo”. No es de extrañar que se hartara de pintar retratos y procurara evitarlos al final de su carrera.

La exposición es notable por diversas razones. Una es la calidad de las obras exhibidas. Otra, la pulcra y elegante forma de exponerlas. Una tercera es la reacción contra las historias convencion­ales. Sargent no se mostró contrario a los movimiento­s experiment­ales de su tiempo. Al fin y al cabo, fue amigo y admirador de Monet. Sólo más tarde se le acabó identifica­ndo –cabe sospechar contra su voluntad– con el establishm­ent. En 1910, el crítico y comisario Roger Fry, que había menospreci­ado a Sargent en el pasado, le pidió que patrocinar­a la muestra impresioni­sta y posimpresi­onista que organizaba en las Grafton Galleries de Londres. Sargent rechazó la petición alegando que no conocía la obra de muchos de los artistas recientes incluidos. Visitó la muestra y no le gustó lo que vio en ella.

Todo eso se lo habría podido guardar de no ser porque Fry, desesperad­o por salvar una exposición que ya parecía un fracaso, publicó un artículo mencionánd­olo sin su permiso como uno de los defensores del nuevo posimpresi­onismo. Sargent se enojó y escribió una contundent­e carta al periódico: “lo cierto es que soy totalmente escéptico ante cualquier preten- sión por su parte (de las piezas expuestas) a la categoría de obras de arte, con la excepción de algunos cuadros de Gauguin”.

La obra de Sargent sintetiza una época y unos ambientes sociales vinculados pero con frecuencia opuestos. Pintó a la gitana Carmencita y almismo tiempo dos retratos del multimillo­nario John D. Rockefelle­r. La obra de artistas como él –a la misma categoría pertenece el secesionis­ta vienés Klimt– vuelve a ser objeto de atención. Esos creadores son capaces de aportar algo que no pudieron proporcion­ar los impresioni­stas, los posimpresi­onistas ni los modernos radicales. En realidad, Fry le hizo a Sargent un curioso cumplido al intentar emplear su reputación en apoyo de la causa posimpresi­onista: importaba entonces, y sigue importando ahora, por más que lo que representa­ba se apartó de la corriente dominante de la modernidad.

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CARNATION, LILY, LILY, ROSE, 1885-86. Sargent utilizó al principio como modelo a la hija del pintor F.D. Millet, pero la sustituyó por las del ilustrador F. Barnard

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