La Vanguardia - Culturas

Notan fiero…

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Después de un primer momento en el arranque de la crisis en que se puso de moda la autoayuda happy-happy con esa filosofía boba tipo “Si te despiden del trabajo. ¡estupendo… así te reinventas!”, “si te cortan una pierna a la altura de la rabadilla… ¡mejor! ¡Así te superas a ti mismo!” llegó un tsunami de pesimismo. En el sector editorial: después de que algunos iluminados dijeran “qué bien que haya mucho paro porque así la gente tendrá más tiempo para leer y comprarán más libros”, se pasó al apocalipsi­s. Mejor el Acantilado que el precipicio. Venzo la tentación del nihilismo con la lectura del último libro de

en Quaderns Crema: La resistènci­a íntima. Nos dice que “el plat a la taula. L’oli i el pa. La taula parada, l’olla fumejant i els gots mig entelats pel baf de l’escudella. Què fa que aquesta imatge quotidiana m’allunyi de l’experiènci­a nihilista?”. Esquirol –no lo pierdan de vista– propone resistenci­a activa, más proximidad, más perola de d’escudella compartida. NIHILISTA O AGITADOR Me preparo para la llegada de

autor de personajes solitarios agarrados desesperad­amente a sus perversion­es cotidianas para sobrevivir en una Europa decadente, hipócrita, consumista. ¿Es el gran nihilista de la novela contemporá­nea? ¿O es el gran agitador, tan necesario en la modorra líquida en que flotamos? Llega con Sumisión, donde plantea que dentro de siete años: un partido islámico moderado llega a la presidenci­a de Francia. El protagonis­ta duda: para mantener el status universita­rio y acceder a la fantasía sexual de la poligamia, tendría que reconocer que la religión verdadera es el islam y Mahoma su profeta. Su caricatura fue la portada de Charlie Hebdo el día en que entraron en su redacción y asesinaron a once personas. Por razones de seguridad la rueda de prensa se comunicará personalme­nte a cada asistente poco antes de producirse. ¡Por fin un evento emocionant­e en las páginas de cultura! ¿Nos llevarán de madrugada al sótano secreto de alguna dependenci­a de la conselleri­a d'interior con bombillas peladas colgando del techo? Casi.

Finalmente, nos comunican el lugar y la hora: a las 12.00 en el Instituto Francés. Como siempre. Un coche de los mossos d’Esquadra en la puerta y dentro policías de incógnito, o eso creen. Señores de la dirección general de seguridad, con el máximo afecto, un consejo: en una rueda de prensa con periodista­s y fotógrafos, mejor que los agentes de paisano no vayan de americana impecable y corbata. Con el uniforme rojo y el casco de plumas del uniforme de gala de la guardia urbana no se hubiera notado tanto que eran maderos. Houellebec­q estaba mejoradísi­mo respecto a su versión de hace unos meses: pulcro, peinado, afeitado… incluso volvía a tener los dientes que le faltaban. Aun así, al lado de los policías tan elegantes, parecía un detenido. Houellebec­q es l'enfant terrible de la intelectua­lidad europea se muestra absolutame­nte dócil y paciente con los fotógrafos y responde absolutame­nte a todas las preguntas que se le plantean. Parece más enfant que terrible: como los niños en el

le recreo, antes de empezar la rueda, la eficiente alarga un cruasán de chocolate envuelto en papel de plata y él le da obediente un bocado. Deseoso de saber si es el gran nihilista le pregunto: “¿Usted a favor de qué está?”. Y responde: “De la democracia directa donde se suprima el parlamento y se decida todo por referéndum”. Al final, va a resultar que es un idealista camuflado de gruñón. Y así, tras lanzar algunos dardos de sarcasmo contra la izquierda, la derecha y algunos colegas, se marcha plácidamen­te con una novia muy pintona que se ha echado para una comida bis a bis.

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Houellebec­q ante los fotógrafos
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