Las sonatas de Biber
Heinrich Ignaz von Biber falleció en 1704 en Salzburgo, donde era maestro de capilla y reconocido violinista, y una de sus obras magnas conocidas es su Missa Salisburgensis, que dialoga de forma imponente con el espacio de la catedral y el fiel. No fue hasta comienzos del siglo XX que las Rosenkranz Sona
ten, una de sus obras más difundidas en la actualidad, o Sonatas del
Rosario (cada número alude a una parte de esa devoción), fue rescatada del olvido de más de dos siglos. Avanzado el siglo XX, destacados intérpretes comenzaron a lidiar con los intrincados pasajes de esta obra escrita para violín solo y bajo continuo, de grandes dificultades y que seguramente guarda aún muchos mensajes desconocidos.
Llama la atención lo arriesgado de escribir una obra devocional sin palabras, y para un instrumento que a pesar de su difusión posterior era entonces una novedad. Es de notar que cada una de las dieciséis sonatas (piezas breves) exige afinar el violín de una forma diferente ( scordatura) y transitar así pasajes, efectos, acordes y formas ornamentales a los que con la afinación normal y estable no es posible acceder. Música por otra parte de gran contenido melódico, de fuerte presencia del bajo continuo, que deja al violín posibilidades de lucimiento y al oyente, o participante del culto, poseído por su belleza y sus artilugios. Una de nuestras jóvenes violinistas, Lina Tur Bonet (en la foto), las ha grabado con su grupo Musica Alchemica, en un trabajo formidable de técnica, color y sensibilidad expresiva que se proyecta además a la presentación gráfica del álbum. Lina Tur también ha grabado recientemente Vivaldi Premieres, otromuybuentrabajo.