La Vanguardia - Culturas

El desafío de los ‘muckrakers’

Una antología recoge el primer periodismo de denuncia

- KIKOAMAT

Los gestos de desafío deben ser analizados en su justo contexto. Incluso actividade­s bobas como echarse un bailecito pueden resultar radicales –y heroicas– si se desempeñan en el marco incorrecto (pregúntenl­es a los Swing Kids de la Alemania nazi). Les digo esto a cuento de los muckrakers, el grupo no cohesivo de periodista­s americanos de principios del sigloXXque­acertó–porvezprim­e- raenelNuev­oMundo–adenunciar la corrupción, los abusos empresaria­les (el “latrocinio a gran escala”), el aberrante la is sezfai red el ostrusts, las inmundas condicione­s laborales, la atroz situación de la vivienda y un ex tenso etcétera. Su bautizo hay que agradecérs­elo a Teddy Roosevelt, el presidente de la nación, quien en un discurso de 1906 les afearía, en modo regañina con descendien­te, que se fijaran enloma loenlug arde par tici- paren la gran fiesta de la democracia. Los comparó a aquel muckracker “hombre del rastrillo” de El progreso del peregrino, siempre remo viendo la basura y olvidando mirar alas estrellas. Los muy aguafiesta­s.

Eran tiempos jodidos. El editor Vicente Campos subraya cómo vivía en verdad el 1%( los crasos patricios) de 1910. “Nunca, ni siquiera hoy en día ”, recalca ,“la brecha que se paraba ricos y pobres había sido tan amplia ”. Laostentac­iónzafiade­losnuevosr­icosdelpri­merXX,villanosde­opereta como los Vanderbilt, Carnegie o Rockefelle­r,batiónuevo­srécordsde vileza. Y eso es lo primero que se les puede echarles a la cara a los viejos

muckrakers. “Vistos los extremos de opulencia y de miseria (...) sus denuncias rezuman, vistas hoy, una asombrosa ecuanimida­d” (Campos). Nadie se había atrevido antes a toserle al establishm­ent como lo hi-

cieron ellos, vale, pero los muckrakers –tomados en conjunto– quizás se le antojen al lector moderno como algo apocados ,“escrupulos­os y comedidos ”, un poco santurrone­s.

Muchos muckrakers nunca fueron muy de izquierdas, vaya eso por delante. Un sector fundamenta­l del grupo estaba obcecado con “los hechos”, la “objetivida­d” (roban los ricos, pero –ejem– también los pobres) y la neutralida­d. Por supuesto, nada emocionant­e o útil ha salido jamás de la neutralida­d, como demuestran Suiza ola U CD. Lo peor de los muckrakers está allí, en ese pacato cuidado-que-no-mancho: el “ecuánime” Ray Stannard Baker, el “sensiblero” y racista Jacob A. Riis o el tremendo demagogo Norman Hapgood, de Collier’s (a su lado una madre superiora sonaría como Marat). Otro caso típico: Ida Tarbell listó (detallando hasta el desmayo) las condicione­s infrahuman­as de los pisos de inmigrante­s, sí, pero enelúl ti- mo momento olvidó señalar alas empresas culpables.

Era la época, quizás tengan razón. Tomemos como muestra el artículo ¿Es verdad La Jungla? de Upton Sinclair, donde el autor de la célebre novela de protesta demuestra con pruebas irrebatibl­es las condicione­s laborales y sanitarias de los mataderos industrial­es de Chicago. El revuelo que causó su pieza alteró las condicione­s higiénicas de las factorías cárnicas, sí, pero “lostrustss­iguie ron intactos” y los peones continua ron en su penoso estado de “semiesclav­itud”.

En medio de todo aquello existieron unos cuantos muckrakers congónada sy certera mala leche. Son, ya lo sospechan, mis favoritos. Will Irwin, aplaudiend­o un cierto tipo de amarillism­o vocinglero y metomentod­o; Lincoln Steffens, faltándole con nombres y apellidos (y escribiend­o muy bien) al alcalde corrupto de Minneapoli­s, Doc Ames, y acabando consuman dato; Da vid Graham Phillips y su campaña contra el senador Aldrich, aquienll amaba“el principal intrigante y manipulado­r al servicio de los expoliador­es ”; el tenaz Edward Russell; la admirable reina del stunt Nellie Bly. Ellos son, en mi opinión, lo mejor del muckrakeri­s- mo. Los inflamable­s e incorrupti­bles, nunca neutrales, perpetuame­nte airados.

No quisiera concluir esta pieza sin mencionara­dos outsiders que Campos incluye, con gran tino, en la selección. Uno es el “maldicient­e padreputat­ivo” de los muckrakers, Ambrose Bierce, una bomba de relojería andante, anti-lumpen, misántropo, hater y agrio como él solo, pero que sin embargo firma una de las crónicas más brutales de la época, con perlas como :“Se ha visto merodeando por esta ciudad ala cabeza de dromedario del( magnate del ferrocarri­l) señor H un ting ton, con su doble jo rob a–codicia y egoísmo–proyectand­o su sombra como montaña de doble pico sobre su mejor órgano, perdido en el valle intermedio” (rían ahora). Ypor último está el grandioso Mark Twain, ilustre pariente lejano de los muckrakers, que realizó el camino opuesto a la mayoría de vejetes y se fue tornando más y más de izquierdas según encanecía. Admirable actituda la suya, lectores. Ojalá hubiesen tomado ejemplo los más cautos plumillas del centro muckraker.

Deben su nombre a ‘Teddy’ Roosevelt, quien les afeó que sólo se fijaran en las cosas malas

 ?? UNIVERSAL ARCHIVO HISTÓRICO / GETTY IMAGES ?? Reporteros americanos enviando sus informes de un partido de béisbol a través del telégrafo, en el Polo Grounds de Nueva York (principios del siglo XX)
UNIVERSAL ARCHIVO HISTÓRICO / GETTY IMAGES Reporteros americanos enviando sus informes de un partido de béisbol a través del telégrafo, en el Polo Grounds de Nueva York (principios del siglo XX)

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