Los paisajes desolados de Kiefer
París dedica dos exposiciones al pintor alemán
Anselm Kiefer (Donaueschingen, Alemania, 1945) está de moda en París, con dos exposiciones que rinden homenaje a su figura y su obra. Una, preciosa, en la Biblioteca Nacional sobre La alquimia del libro, realizada por el artista; la otra es la retrospectiva que el CentroPomp ido u le dedica. El reclamo de esta segunda muestra las intenciones del comisario JeanMichel Bouhours, al situarnos ante un paisaje desolado en la entrada del cual se mueve una serpiente, clara invitación a reflexionar sobre la destrucción del Paraíso en la Tierra. Estamos ante una excelente narrativa construida sobre doce escenarios y un epílogo que permite presentar una completa visión de la obra de Kiefer, su singular mirada de la posguerra europea. Todo marcado con la ironía conque este genial pintor se enfrenta al tema central de su estética: la importancia del bosque en la cultura alemana, desde la batalla en el bosque de Teutoburgo, donde Roma perdió la ocasión de conquistar a los germanos, que originó su célebre cuadro
Varus, hasta hoy; y es irónica puesto que parte de su nombre, die Kiefer, el pino, le permite adentrarse en el valor del bosque tantas veces destruido y construido y sobre el que reposan el paisaje y la memoria de Alemania.
Desde la inicial figura individual ante el reto de entrar en un bosque hasta la descripción de los mitos germánicos, el esfuerzo creador de Kiefer se centra en representar a los héroes que identificamos más que por las antiguas sagas por los dramas wagnerianos, con el fin de poner en valor la historia de la germanidad. Y así también aborda los momentos de
la petrifica cióndelb os que, en el espacio titulado Alquimia del hielo, como en la recreación de los poetas que interpretan la desolación de la naturaleza. Esa línea de trabajo, comenzada porMat is se, le lleva a poner imágenes a los versos dePaulC el ano In geborg Bachmann, o a buscar respuestas en los textos de la mística judía presentes en la tradición cabalística. Porque en este pintor hay un deseo de encontrarlas“sen das del bosque” en su torturada materia, cortezas, detritus, leña. La cercanía ala filosofía de Heidegger se expresa en esos materiales desgastados que utiliza como queriendo indicar que el se rentan toque
Dasein sigue atrapado en el ente. Así se pueden valorarlos objetos es culturas que en cierra en vitrinas, libros calcinados, sol da di tos de plástico, como forma de superar la amnesia colectiva de un tiempo perdido. El desgarro que, en la forma, le conduce a un excelso dominio de la materia, en lo simbólico le lleva a la transfiguración de esa materia en una poética de las ruinas, lo que le acerca a Gen et.
Kie fe r ha expresado del mejor modo posible lo que significó la Segunda Guerra Mundial como destrucción del mundo del ser, y, en esta exposición, al seguir el itinerario de su obra, comprobamos cómo su mirada se hermana a la AmapolayMemoria de la que habla Celan. Tras dejar atrás los prados de flores del último escenario, el visitante entra en una instalación, homenaje a la gran escritora Madame d eS taël,lap rime raen advertir el riesgo de la guerra al visitar a sus amigosGo et he,Schillerylosd emás del círculo de J en ay la más brillante al condenar la destrucción promovida por los ejércitos de Napoleón en nombre de una idea. Un ejemplo de que Alemania está siempre atrapada en una posguerra continua da que, enelc as odeKie fer, es una pos guerra atendida.