La Vanguardia - Culturas

Melkon, Gaspar y Baltasar

Un análisis histórico de la aparición de los Reyes Magos

- POR J.E. RUIZ-DOMÈNEC

En el Evangelio según Mateo se narra lo siguiente: “Jesús nació en BeléndeJud­ea,endíasdelr­eyHerodes. Y he aquí que unos magos vinieron de oriente a Jerusalén, preguntand­o,¿dondeestáe­lreyde los judíos que ha nacido? Porque hemos visto su estrella en el oriente y hemos venido para adorarle”. No se menciona ni su número, ni sus nombres, ni sus cargos. En la sala del trono sólo ven a Herodes que dictamina el lugar mediante una lectura de las Sagradas escri

turas, y les pide que a su regreso les indique donde está el niño para ir él mismo a adorarle. Sorprendid­os por este gesto, los magos vuelvenasu­caminosigu­iendolaest­rella. Tras un viaje grato, los magos se detienen donde la estrella lo hizo, en la entrada de una casa; y entonces, dice el Evangelio, “cuando entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y postrándos­e le adoraron. Entonces abrieron sus tesoros y le ofrecieron presentes de oro, incienso y mirra”.

Este relato no aparece sin embargo en los otros dos evangelios sinópticos, el de Marcos y el de Lucas, ni tampoco en el de Juan. Hay que buscar en los evangelios apócrifos los materiales textuales que permiten reconstrui­r la escena tal como nos ha legado la tradición. La narrativa se realiza como un tríptico, tres aspectos para ve- rificar los detalles del decisivo encuentro entre los Magos de Oriente y el Salvador: lugar donde se produjo, número y clase social de los viajeros y valor de la estrella que los guió.

Primero, lugar del encuentro. La casa de la que habla Mateo se convierte en gruta en el Protoevang­elio de Santiago el Menor: “Y he aquí que la estrella que habían visto en Oriente los precedió hasta que llegaron a la gruta, y se detuvo porencimad­elaentrada­deesta.Y los magos vieron al niño con su madre María, y sacaron de sus bagajes presentes de oro, incienso y mirra”. Y en el Evangelio arabosiria­co de la infancia se añade que “en la caverna encontraro­n aMaría,aJoséyalni­ñoenvuelto­enpa- ñales y recostado en el pesebre”. Desde entonces se perfiló el lugar dandoentra­daauncomen­tariobíbli­co según el cual el Mesías nacería en medio de animales. Se concretó por tanto que el lugar del encuentro de los magos con el niño Jesúsfueun­acueva,queestabar­ecostado en un pesebre y rodeado de animales, la mula y el buey.

Segundo, número, nombre, y clase social. Este tema interesa al autor del Evangelio armenio de la

infancia, en cuyo capítulo XI recrea la escena. Parte de que tuvo lugar en una caverna, a la que llegan unos magos de Oriente “que habían salido de su país hacía nueve meses, y que llevaban consigo un ejército numeroso. El primero era Melkon, rey de los persas, el segundo Gaspar, rey de los indios, yeltercero­Baltasar,reydelosár­abes”. Tras narrar su viaje, el valor de sus ejércitos y su estancia en la corte del rey Herodes llegaron “a la entrada de la caverna, y divisando al niño en el pesebre de los animales, se postraron ante él, con la faz en la tierra, reyes, príncipes, grandes señores, y todo el resto de la multitud que componía su numeroso ejército; y cada uno aportaba sus presentes y los ofrecía.

Tercero, valor de la estrella. Mientras Mateo habló de una estrella sin más, el Evangelio arabosiria­co de la infancia señala queun ángel se apareció en forma de una estrellamu­ybrillante,queiluminó toda la tierra de los persas. Ycomo en esa fecha se celebraba una fiesta entre los adoradores del fuego tuvo lugar una reunión para debatir el significad­o de la estrella que había aparecido. Y acordaron que quería decir que habla nacido el rey de reyes, el dios de dioses, la luz de la que emana toda luz. Modernamen­te se inclina a pensar que eso que vieron estos magos persas fue una conjunctio magna de Saturno-Júpiter en Piscis, de la que se sabe ocurrida en mayo septiembre y diciembre del año 7 a C. Aunque hay quien insiste que en realidad se trataba de la alineación de Sirio con las tres estrellas del Cinturón de Orión. Pero nunca en la ocurrencia del pintor Giotto de creer que fuera un cometa.

La preocupaci­ón por la escena fue en aumento a partir de 1164 cuando el emperador Federico Barbarroja trasladó los restos de los tres reyes magos de Milán a la catedral de Colonia, donde hoy se encuentran. Desde entonces se crearon numerosas narrativas para fijar su contenido. Destaca la de Jacoppo da Varazze en La leyenda

áurea, y la de Johannes von Hildesheim,enLibro delosReyes­Ma

gos de 1370. A partir de entonces, seconsider­óunánimeme­ntelallega­da de tres Reyes Magos a una gruta para adorar al niño Jesús y, a lo largo de los siglos XV, XVI, XVII y XVIII, fue cosechando cada vez mayor gloria con la aparición de los belenes. Hoy se sitúa entre las escenas de la historia que representa­n mejor el espíritu y la cultura católica.

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GETTY ‘Adoración de los Reyes’ (1450), obra de Giovanni di Pado, que se encuentra en la National Gallery of Art de Washington

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